En estos tiempos científicos en los que el
ojo clínico ha sido sustituido por burocráticos protocolos médicos de obligado cumplimiento, la sensación de tener una individualidad invisible para el médico (por lo demás un profesional respetuoso) y ser para él sólo un caso despersonalizado, me dominó en todo momento. Siendo lo peor de todo que la mayoría de nosotros, en esas circunstancias, nos comportamos de modo que merecemos el dictado de “pacientes”, pues quienes sólo unos minutos antes estábamos ebrios de nuestra mismidad, basta una bata blanca para que nos rindamos ante la autoridad facultativa con la mansedumbre del cordero que va al matadero.
Javier Gomá Lanzón,
Único y irrepetible, Babelia. El País, 14/04/2012
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