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Epiménides fue un legendario poeta griego que vivió en Creta hacia el sigloVI a.deJ.C. Uno de los mitos que de él se cuentan dice que en cierta ocasión estuvo durmiendo durante cincuenta y siete años.
La frase que se le atribuye da pie a una contradicción lógica si se admite que los mentirosos mienten siempre, mientras que las personas que no son mentirosas —las llamaremos veraces— dicen siempre la verdad. Con estas hipótesis, la declaración: «Todos los cretenses son mentirosos» no puede ser verdadera, porque entonces
Epiménides sería mentiroso, y, por tanto, esto que él nos dice tiene que ser falso. Por otra parte, tampoco puede ser falsa, porque se deduciría entonces que los cretenses son veraces, y, por consiguiente, lo que
Epiménides dice sería verdad.
A los antiguos griegos les tenía perplejos que enunciados de apariencia perfectamente clara no pudieran ser ni verdaderos ni falsos sin contradecirse a sí mismos. Un filósofo estoico,
Crisipo, escribió seis tratados acerca de la paradoja del mentiroso, de los que ninguno ha llegado a nuestros días.
Filetas de Cos, otro poeta griego, tan flaco que se decía de él que llevaba los zapatos lastrados con plomo para no ser arrastrado por el viento,se cavó temprana tumba de tanta angustia que le causaba. En el Nuevo Testamento,
san Pablo reproduce la paradoja en su epístola a Tito:
Dijo uno de ellos, su propio profeta:«Los cretenses, siempre embusteros, malas bestias, panzas holgazanas». Verdadero es tal testimonio...* (Tito1:12-13)No sabemos si
san Pablo cayó en la cuenta de la paradoja implícita en estas frases.
¿Por qué al presentar la paradoja de esta forma, donde una frase habla de sí misma, nos parece más clara? La razón es que así redactada se eliminan todas las ambigüedades acerca de si los mentirosos mienten siempre y de si los veraces dicen siempre la verdad.
Existen infinidad de variantes. En cierta ocasión,
Bertrand Russell manifestó estar convencido de que el filósofo
George Edward Moore había mentido tan sólo una vez en su vida. Al preguntársele a
Mooresi siempre decía la verdad, éste se lo pensó un instante y respondió:«No».
Distintas formas de la paradoja del mentiroso han merecido papel central de varios cuentos. Mi favorito es
Toid Under Oath («Declarado bajo juramento»), de Lord Dunsany. Podemos encontrarlo en una antología reciente de escritos suyos poco conocidos,
The Ghost of Heaviside Layer and Other Fantasies. En este cuento, Dunsany conoce a un individuo que declara bajo solemne juramento que la historia que va a referir es toda la verdad y nada más que la verdad.
Al parecer, este hombre se tropezó con Satanás en una fiesta, cerrando con él un trato. Acordaron que el hombre, quien hasta la fecha había sido el peor de los jugadores de golf de su club, haría siempre hoyo en un golpe. Tras cierto número de hoyos a la primera, los demás jugadores llegaron a convencerse de que el sujeto se las apañaba para hacer trampa, y lo expulsaron del club. El cuento termina cuando Dunsany le pregunta qué exigió Satanás a cambio de tan extraordinario don. Contesta el hombre: «Extirpó de mí la capacidad de nunca más decir la verdad».
Martin Gardner,
¡Ajá! Paradojas que hacen pensar, RBA, Barna 2013