El hombre es un animal marcado por lo que los griegos denominan "techne" (técnica a la vez que arte) es decir un animal dotado de una facultad que le permite completar lo proporcionado por la naturaleza con cosas que no son naturales, cosas que la naturaleza nunca hubiera producido por sí misma. El hombre es asimismo el animal con capacidad silogística, capacidad de efectuar razonamientos, en los cuales se halla intrínsecamente imbricado el lenguaje.
Esta doble capacidad hace del hombre un animal simbólico, que en razón de su propia naturaleza posee la rarísima inclinación a lo que
Aristóteles llama "eidenai", es decir, tendencia a activar la capacidad de idear, la capacidad de subsumir bajo conceptos. Dado el vínculo íntimo entre esta actividad y la condición lingüística, esta inclinación no está lejos de lo que el pensador Steven Pinker denomina "instinto de lenguaje". Si esta potencialidad que le singulariza no se activa, cabe decir que el ser humano se haya mutilado en su esencia. Por ello la defensa de la causa del hombre pasa en primer lugar por contribuir a socavar las estructuras sociales que hacen esta tarea imposible. El individuo humano que uno constituye sólo ha de estar al servicio de aquello que en si mismo es proyección de la naturaleza humana, lo cual en última instancia supone tener como fin en sí el enriquecimiento (con espejo en el propio espíritu) del pensamiento y del lenguaje. Esto tiene incluso un corolario: la propia capacidad de pensamiento y de lenguaje puede y debe ayudar a la propia subsistencia, pero de ninguna manera debe reducirse a esta función auxiliar, renunciando al alcance de sus propios objetivos."
En complemento se ha reivindicado esa modalidad de despliegue de la naturaleza humana que es la reflexión filosófica, defendiendo la tesis de que filosofía no es en su esencia otra cosa que asunción de ciertas interrogaciones universales del, que los propios niños plantean de manera ingenua y que sólo han podido ser erradicadas de su espíritu por la máquina de deshumanizar que supone una educación subordinada a intereses no coincidentes con los de la especie. Afirmar la universalidad de la disposición filosófica implica en suma que los asuntos de la filosofía cuestiones fundamentales están al alcance de toda persona tensada por lo desconocido e inquieta sobre su ser y su entorno. No se exige de entrada ser una persona culta y menos aun una persona erudita. El proyecto que anima este foro es pues, partiendo de bases elementales, retomar algunos de los interrogantes claves de la metafísica que responden todos a la pregunta: ¿Qué ha de ser pensado? A intervalos sin embargo hay interrupción para plantear otros asuntos (la segunda vertiente a la que me refería) que en esencia se vinculan a la cuestión siguiente:
Si la inclinación al pensar es inherente a nuestra naturaleza ¿por qué entonces una persona puede llegar a sentir que el pensar no va con ella, qué sólo en la inercia, las costumbres, los hábitos y los elementales placeres a ellos asociados tiene sentido su vida? ¿Hay en el individuo humano una debilidad intrínseca que le mueve a ceder, a renunciar al esfuerzo que el pensamiento exige, repudiando así su propia condición específica?
En nuestras sociedades, y muy concretamente en la española, el mecanismo social que hace desaparecer del horizonte del ciudadano, de su ámbito cotidiano de vida, el objetivo de desplegar la potencialidad de pensar y simbolizar empieza muy a menudo en la educación elemental, reducida a instrumento con la finalidad de "conseguir ventajas competitivas en el mercado global", finalidad erigida en máxima explícita que anima al legislador
La tesis que he venido sosteniendo es que la sociedad actual se caracteriza sobre todo por reducir y maltratar al animal humano, impidiéndole realizar sus capacidades de simbolización y de creación. Y como esta realización exige la libertad (la no subordinación a otros intereses que los de la propia humanidad presente en uno) hay entonces que exponer críticamente las modalidades, a veces encubiertas, de esclavitud, las cuales tienen como denominador común la violación del imperativo de considerar al hombre como merecedor de "respeto" como un ser que no puede ser instrumentalizado.
Víctor Gómez Pin,
Recapitulación, El Boomeran(g), 31/01/2013
[www.elboomeran.com]