Mariano José de Larra |
Presentóse con todo, yendo y viniendo días, una proposición de mejoras para un ramo que no citaré, quedando recomendada eficacísimamente.
A los cuatro días volvimos a saber el éxito de nues-tra pretensión.
-Vuelva usted mañana -nos dijo el portero-. El oficial de la mesa no ha venido hoy.
-Grande causa le habrá detenido -dije yo entre mí. Fuímonos a dar un paseo, y nos encontramos, ¡qué casualidad!, al oficial de la mesa en el Retiro, ocupadísimo en dar una vuelta con su señora al hermoso sol de los inviernos claros de Madrid.
Martes era el día siguiente, y nos dijo el portero:
-Vuelva usted mañana, porque el señor oficial de la mesa no da audiencia hoy.
-Grandes negocios habrán cargado sobre él -dije yo.
Como soy el diablo y aun he sido duende, busqué ocasión de echar una ojeada por el agujero de una cerradura. Su señoría estaba echando un cigarrito al brasero, y con una charada del Correo entre manos que le debía costar trabajo el acertar. […]
Finalmente, después de medio año largo, […] se restituyó mi recomendado a su patria maldiciendo de esta tierra, […] diciendo sobre todo que en seis meses no había podido hacer otra cosa sino "volver siempre mañana", y que a la vuelta de tanto "mañana", eternamente futuro, lo mejor, o más bien lo único que había podido hacer bueno, había sido marcharse. […]
Mariano José de Larra, Vuelva usted mañana, El Pobrecito Hablador, 14/01/1833