Stefan Zweig by Loredano |
No hay fenómeno social que, en cualquier época importante, no se refleje en el aspecto de las ropas y los objetos, en el arte o en la literatura. Y ¿cuál sería ahora la ecuación? Una secuencia en la que escribir imaginarios personajes para las novelas, cuadros bonitos para las paredes y arquitecturas fotogénicas para el marketing chocaría ominosamente contra la desventura social.
La crisis nos hace tristes, pobres y desolados, honestamente desesperanzados. De hecho, justo en un tiempo parecido al actual (considerando que nos hallamos en el centro de una inesperada III Guerra Mundial) Robert van Gelder, redactor de The New York Times, entrevistó a Stefan Zweig (1881-1942) para su periódico. Y el escritor dijo: “Estos meses [de 1940] han sido fatales para la producción literaria europea. La norma básica para todo trabajo creativo sigue siendo la concentración y jamás ha sido tan difícil de alcanzar para los artistas de Europa. Porque... ¿cómo concentrarse en medio de un terremoto moral?”.
¿Cómo concentrarse en medio de esta hecatombe moral, corrupta y devastadora? Los libros que más entidad van teniendo en nuestros días son documentos, confesiones, diarios. Poca ficción o de poca calidad artística. Porque “¿qué significa la perfección artística en un momento así, cuando está en juego el destino de nuestro mundo real e individual?”, exclamaba Zweig.
El propio destino del novelista vienés se saldó dos años después de estas declaraciones con su suicidio en Brasil. La gloria de Stefan Zweig, repleta de un extraordinario éxito literario por todo el mundo, fue insuficiente para sostener su ilusión para seguir viviendo en aquel tiempo de cenizas.
Ahora no se cuentan tantas bajas por armas de fuego como en la contienda bélica, pero los millones de parados, los miles de refugiados, los incontables pobres y desesperanzados desempeñan, no obstante, el papel de víctimas de esta nueva guerra cruel. La III Guerra Mundial donde nos hallamos no convierte en cascotes escombros, fábricas y comercios, simplemente los vacía de gentes al modo de la bomba de neutrones que afecta directamente al ser humano y no a la construcción.
Esta guerra mundial no se caracteriza ya por los hectólitros de sangre derramada sino por la pérdida a borbotones de la fe en los mandatarios y sus vacilantes propuestas hacia un mejor porvenir.
Los suicidios de padres de familia son relativamente pocos y numerables; lo incalculable es hoy el suicidio interior de familias enteras evisceradas de presente y de futuro laboral y cultural. El estrago afecta a la natalidad, a la fertilidad, al sentido de las cosas, a la salud, a la esperanza ahora muerta o mate.
Porque, en definitiva, ¿cómo revestirse de lentejuelas en el momento del desahucio o en pleno dominio de un creciente cementerio de excluidos, material y moralmente, que no niega la oportunidad de brillar o renacer?
Vicente Verdú, Los tiempos de color mate, El País, 12/10/2013
[cultura.elpais.com]