La decisión de Mariano Rajoy de aprobar, con el único apoyo del PP, la reforma educativa presentada por el ministro Wert marcará –definitivamente- la legislatura y la suerte del Presidente. El compromiso público del resto de fuerzas políticas de modificar la Ley, a fondo, en la próxima legislatura es una advertencia definitiva para el PP. Sin aliados, y sin socios, su desafío electoral será de cara o cruz.
Las encuestas que hoy publica este diario confirman dos escenarios: el bipartidismo no se hunde, pero ya no configurará las alternativas por mera alternancia. Y que el futuro gobierno será aquel cuyo Presidente sea capaz de sumar mayorías diversas y plurales, en especial, en el ámbito de las nuevas izquierdas.
El Presidente Rajoy, con su decisión de apoyar hasta el final al ministro peor valorado de su Gobierno, ha sellado su suerte. Nunca antes un ministro de Educación había generado tanta irritación. Su tono (provocador), su lenguaje (combativo), sus declaraciones (impropias) y esa sonrisa burlesca permanente en su rostro, dibujan una personalidad política diseñada para el conflicto, no para el acuerdo. Estas características marcan a su persona, pero también tiñen y condicionan a Rajoy. Su apoyo no es solo lealtad, es compromiso. Wert igual a Rajoy, Rajoy igual a Wert. Estas son las matemáticas… pero las de la política.
Hay un punto de la Ley que, por su importancia simbólica y pedagógica puede ser, además de un pésimo cálculo político para quien la ha impulsado, un grave error educativo. Me refiero a la reducción de las horas de Filosofía que, junto a la mutilación de las Artes, ofrecen un panorama desolador para el pensamiento y la creación, imprescindibles para la formación y la conciencia cívica y democrática. Y que coincide con
la ofensiva contra las libertades, en especial las de pensamiento y opinión, que hemos conocido estos días en la primera versión del proyecto de Ley sobre Seguridad Ciudadana.
Estas ofensivas al pensamiento y la libertad, tendrán
respuestas crecientes y contundentes, y encajonan al PP en una posición rocosa y compacta, pero impermeable al acuerdo y al pacto. Esta estrategia lleva al PP, renunciando a acuerdos plurales, a una sola opción: imponer, es decir, ganar confiando, única y exclusivamente, en recuperar la economía de las clases medias, aunque el resto de los
problemas se pudran. Rajoy asume todo el riesgo. O todo, o nada. Y las encuestas parece que alejan, definitivamente, los horizontes de mayorías absolutas de nuestro escenario electoral.
Wert cree que nadie llorará por esta contundente laminación de las materias del espíritu. Pero tengo la impresión que en la sociedad española la reputación de la filosofía, y su proyección en el imaginario colectivo, son mucho más relevantes que su conocimiento, su comprensión, su uso y la percepción de utilidad. La Filosofía no tiene capacidad movilizadora para llenar las calles y las plazas en su defensa,
todavía. Pero como la música, por ejemplo, tiene una profunda significación de valor en la percepción de los ciudadanos. Y un valor moral incuestionable. Las resistencias serán diversas, como ya anticipó
Fahrenheit 451, novela del escritor estadounidense
Ray Bradbury. En esta obra maestra, los bomberos tienen la misión de quemar libros ya que, según el gobierno, leer impide ser felices porque llena de angustia; y al leer, las personas empiezan a ser diferentes, creativas, libres, cuando deben ser iguales, neutras y resignadas. Gana la resistencia.
Los problemas materiales de nuestra sociedad son graves y contundentes. Es difícil pensar cuando se sufre. O, al menos, pensar en positivo. Pero pensar y crear –precisamente- son imprescindibles para recuperar el control y el protagonismo vital de nuestros destinos cuando las cosas se tuercen, se encallan o se rompen. Sin filosofía no hay anclajes interiores, mástiles íntimos sobre los que construir las convicciones y las seguridades personales en tiempos de zozobra o convulsión. La Filosofía no da de comer, pero alimenta.
Con la agresión a la Filosofía (y las Artes), el PP muestra una concepción de la educación y, también, de la vida pública y de la política. Este punto es central para poder evaluar el coste de imagen –y quizá electoral- que puede tener esta disparatada medida. La Filosofía es un indicador moral, además de una disciplina o un conocimiento. Y por ello, la ofensiva de Wert puede no tener reacción inmediata, pero sí un coste estético y ético.
Aristóteles, hace más de 2.000 años, escribió
La Política, su gran obra de filosofía política o la «filosofía de los asuntos humanos» y «las cosas referentes a la polis». Una obra y un autor que nuestros alumnos, seguramente, no conocerán. Sin filosofía en las aulas, la educación sobre la íntima relación entre comportamiento y resultado se debilita. Es decir, la responsabilidad. Y con ello, la construcción de la ciudadanía individual y colectiva. Wert y Rajoy han impuesto una Ley con autoridad parlamentaria, pero han perdido, creo, muchos jirones de legitimidad democrática.
Antoni Gutiérrez-Rubí,
Wert, Rajoy y la filosofía, Micropolítica, 01/12/2013