Me fascinan las paradojas, en las que topamos con los límites del lenguaje. Una de mis favoritas es la paradoja de Cervantes, que aparece en El Quijote. Está Sancho de gobernador de la ínsula Barataria. Hay una ley que dice que a todo forastero que quiera entrar en la ciudad hay que preguntarle que a qué viene. Si dice la verdad, los guardias le dejan entrar. Si dice una mentira, le cortan la cabeza. Llega un forastero y a la pregunta de a qué viene, contesta: «A que me corten la cabeza». Si se la cortan, habría dicho la verdad y deberían haberlo dejado entrar. Si no se la cortan, habría mentido, y deberían haberle cortado la cabeza. Esta ley era, pues, imposible de cumplir. Como decía Wittgenstein, tenemos que estar atentos a las trampas que nos tiende el lenguaje; las paradojas nos ayudan a estar atentos.
Ángel L. Fernández Recuero, "Una filosofía al margen es la cosa más aburrida y menos sexy que uno pueda imaginar" (Jesús Mosterín), jot down, 04/10/2013
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