La filosofía tiende a pasar por alto lo histórico. Y aunque en ocasiones el tiempo mismo es su asunto de reflexión, le gusta funcionar como si el tiempo no existiera. El diálogo que se supone a toda actitud filosófica tiende a obviar el salto histórico que media entre el que lee o dialoga y aquel al que se lee o con el que se conversa. Los prejuicios, los supuestos y lo tácito han cambiado, pero los contertulios fingen que comparten los mismos intereses y preocupaciones. Esa simulación es consigna ineludible del filosofar, pues sin dar existencia ideal a esa actualidad, la filosofía desembocaría en mera reseña de lo acontecido. Aguas fugitivas no mueven molino. La presencia viva que encarna el texto permite reconocer en sus palabras la propia voz. Ahí empieza el diálogo, en la interiorización de la conversación, en la inmersión en un nuevo mundo antiguo.
Juan Arnau, Manual de filosofía portátil, Atalanta, Girona 2014