Por mis años de práctica clínica, conozco cuán dificultosas pueden resultarles las actividades cotidianas a la persona con autismo. Uno de cada diez sujetos con autismo es incapaz de hablar, nueve de cada diez carecen de empleo regular y cuatro de cada cinco adultos siguen de pendiendo de sus padres. La mayoría deben afrontar las hirientes consecuencias de un mundo que no ha sido construido tomando en consideración sus necesidades e intereses.
No obstante, según mi experiencia, el autismo puede conllevar ciertas ventajas. En determinados contextos, estos individuos logran desenvolverse extraordinariamente bien. Uno de esos ámbitos es la investigación. Durante los últimos siete años he colaborado estrechamente con Michelle Dawson. Su ejemplo demuestra que el autismo, en conjunción con una inteligencia y un interés por la ciencia extraordinarios, puede constituir una bendición para un laboratorio científico. (…)
El autismo se define por una conjunción de características negativas: deficiencias lingüísticas, relaciones interpersonales pobres, conductas repetitivas e interés limitado. En cambio, los criterios diagnósticos no destacan sus múltiples ventajas.
La mayoría de los programas educativos dirigidos a niños de dos o tres años con este trastorno proponen inhibir los comportamientos autistas y abogan por las pautas de desarrollo típicas. Ninguno se funda en las formas peculiares de aprender de estos jóvenes. (…)
También encontramos sesgos negativos hacia el trastorno autista entre los científicos. Numerosas investigaciones llevadas a cabo con resonancia magnética funcional (IRMf) señalan que las diferencias en la activación de ciertas áreas cerebrales corresponden a déficits, en lugar de interpretarlos con mayor objetividad, indicando que se trata de la expresión de una organización cerebral distinta que podría ser ventajosa. De manera análoga, las variaciones en el volumen cortical de probandos autistas se han atribuido a carencias, con independencia de que la corteza fuese más gruesa o más delgada de lo esperado. En cambio, cuando los individuos con autismo superan a los no autistas en ciertas tareas, tales fortalezas tienden a considerarse una compensación de otras carencias, aunque estas no hayan sido demostradas empíricamente.
El cerebro autista opera de forma distinta a la usual: a saber, se apoya menos en los centros verbales. Cuando personas no autistas miran la imagen de una sierra, su cerebro se activa en regiones que procesan tanto la información visual como la del lenguaje. En cambio, la red de procesamiento visual de los individuos con autismo ofrece más actividad que la del habla, peculiaridad que parece constituir una característica robusta del trastorno en toda una gama de tareas. Esta redistribución de la función cerebral puede estar relacionada con un rendimiento más elevado en otros aspectos. (…)
Un número cada vez mayor de investigaciones revela que las personas con autismo superan a nivel neurológico a niños y a adultos típicos en una amplia gama de actividades de carácter perceptivo, como la detección de orden y la regularidad en un ambiente distractivo. Otros estudios han mostrado su superioridad en tareas auditivas (discriminación de tonos), la detección de estructuras visuales y la manipulación mental de formas tridimensionales complejas. También logran mejores resultados en las matrices de Raven, un test de inteligencia clásico, en el que los sujetos deben aplicar destrezas analíticas para completar una serie de patrones visuales. En uno de los experimentos que llevamos a cabo, los probandos con autismo desarrollaron esta prueba un 40 por ciento más rápidamente que los participantes del grupo de control (no autistas). (…)
A pesar del éxito en las matrices de Raven, yo mismo pensaba que los test verbales eran más adecuados para aportar información sobre el nivel de inteligencia. Dawson me abrió los ojos ante esa actitud “normocéntrica”. Si las personas autistas sobresalen en una tarea que se utiliza como parámetro del intelecto entre la población general, ¿por qué no se considera esa destreza como signo de inteligencia en los individuos autistas?
Hoy por hoy me resulta inconcebible que se sigan aplicando, como desde decenios, pruebas inadecuadas para valorar la discapacidad intelectual en el autismo, la cual, de forma rutinaria, se estima en torno al 75 por ciento. Solo en un 10 por ciento de los casos existe una disfunción neurológica que afecta a la inteligencia, como sucede en el síndrome del cromosoma X frágil.
Yo no considero que la discapacidad intelectual sea consustancial al autismo. Para estimar la verdadera tasa deben aplicarse solo pruebas que no exijan explicación verbal. Si fuéramos a medir la inteligencia de una persona con una deficiencia auditiva, no dudaríamos en eliminar los componentes de evaluación inexplicables en el lenguaje de signos. ¿Por qué no habría de actuarse de forma similar en el trastorno autista? (…)
Se ha comprobado que, en promedio, los individuos con autismo manifiestan destrezas útiles para su aplicación directa en el campo de la investigación, entre estas, logran procesar informaciones voluminosas (grandes conjuntos de datos) mejor que los no autistas. Con frecuencia, también manifiestan una memoria excepcional. Entre los sujetos sin el trastorno, pocos son los que logran recordar con precisión el contenido que leyeron hace diez días; en cambio, algunos lectores con autismo son capaces de ello sin esfuerzo. (…)
Numerosas personas autistas tienen la facultad de reconocer pautas repetitivas en grandes volúmenes de datos, así como los casos en los que se produce una ruptura de la pauta. (…)
El perspicaz punto de vista de Dawson logra que el laboratorio se concentre en el aspecto más importante de la ciencia: los datos. Su heurística es empírica, transcurre desde la base hacia arriba, con lo que las ideas surgen de los datos disponibles, y solo de ellos. En consecuencia, sus modelos conceptuales nunca son de altos vuelos, pero sí de precisión casi infalible. No necesita grandes volúmenes de datos para extraer conclusiones. En mi caso, sucede al contrario: el enfoque es de naturaleza teórica, desde lo alto, me formo y manipulo ideas tomadas de un menor número de fuentes que las de Dawson, y tras expresarlas en un modelo, retorno en busca de datos que confirmen o infirmen ese modelo. La conjunción de ambos tipos de cerebro en un mismo grupo de investigación crea sinergias sumamente productivas. (…)
En mi grupo, y en algunos otros, consideramos que el autismo ha de describirse e investigarse como una variación de la especie humana. Las alteraciones en la secuencia o expresión genética correspondiente pueden tener consecuencias de carácter adaptativo o inadaptativo, pero no pueden reducirse a errores de la naturaleza que hay que corregir.
Una sociedad ilustrada se caracteriza por su capacidad de dar cabida a conductas o fenotipos no predominantes: homosexualidad, diferencias étnicas o discapacidades, por citar algunos. Los Gobiernos han invertido tiempo y dinero tratando de dar acomodo a quienes sufren insuficiencias visuales o auditivas, facilitándoles en lo posible el desplazamiento por lugares públicos o la búsqueda de empleo. De igual manera deberían emplearse con las personas con autismo.
Los científicos, por su parte, no deberían limitarse a estudiar las insuficiencias del autismo. Han de insistir en las capacidades y los puntos fuertes de estas personas, en investigar el modo en el que aprenden y cómo se les puede ayudar a prosperar en contextos naturales. Si se evitan expresiones que encuadran al autismo como un defecto que requiere de corrección, se contribuirá a enfocar y optimizar su estudio.
Laurent Mottron,
La fuerza del autismo, Mente y cerebro, nº 64, 2014