Cuando Cosimo de Medici decidió refundar la Academia de
Platón en Florencia nombró a
Marsilio Ficino para dirigirla. Parte del trabajo que asumió
Ficino fue traducir al latín la obra completa de
Platón y los neoplatónicos, con el objetivo último de encontrar una síntesis de platonismo y cristianismo. La traducción de
Platón vería la luz finalmente en 1484, pero veinte años antes
Ficino interrumpió su trabajo para traducir unos textos fascinantes que había encontrado Leonardo da Pistoia. Los escritos, que parecían ser una copia bizantina de los originales griegos, terminaron siendo conocidos como
Corpus Hermeticum.
Ficino introdujo de esta forma el hermeticismo, conocido hasta entonces sólo por fragmentos y referencias, en las discusiones de los filósofos de su tiempo. Como le había ocurrido al propio
Ficino, durante dos siglos humanistas y filósofos se sintieron fascinados por aquellos escritos. Llegaron a estar convencidos de que eran increíblemente antiguos, contemporáneos quizás del propio Moisés, y escritos en Egipto por un sabio llamado Hermes Trismegisto, una forma de nombrar al dios egipcio de la sabiduría y el conocimiento, Tot, en griego, Dyehuty en egipcio.
Los ánimos vino a enfriarlos el filólogo Isaac Casaubon quien, a partir de un análisis del texto, concluyó que el
Corpus Hermeticum lejos de ser uno de los primeros textos de la religión revelada era una compilación mucho más tardía. Estas conclusiones superaron cualquier crítica. Para finales del siglo XVII el hermeticismo estaba en franco declive. Hoy se piensa que miembros de grupos religiosos bastante eclécticos escribieron los textos en el primer o el segundo siglo de la era común. Con todo, el hermeticismo tendría una profunda influencia en los orígenes de la ciencia moderna a través de la magia.
El Corpus Hermeticum El
Corpus trataba principalmente de religión. Los humanistas del Renacimiento tuvieron la esperanza de que fuese la guía a la
Prisca Theologia, la única teología verdadera que permearía todas las religiones y que habría sido revelada a la humanidad en la antigüedad. Los que tenían esta esperanza, por tanto, veían en el
Corpus la clave para llegar a la teología que o reemplazaría al cristianismo o lo fortalecería ya que ampliaría el conocimiento de la religión revelada.
Sin embargo, algunos textos del
Corpus trataban de cómo el sabio podía llegar a comprender y controlar las correspondencias entre el macrocosmos y el microcosmos. Estos textos trataban de astrología, alquimia y las características distintivas de las plantas.
Ficino y su estudiante
Giovanni Pico de la Mirandola asimilaban el hermeticismo a otras dos tradiciones intelectuales, el neoplatonismo y la magia natural. La magia era algo común a muchas sociedades humanas y, en términos generales, en todas ellas se basaba en las mismas asunciones. Los magos asumen que los poderes por los que una cosa del mundo afecta a otra están escondidos u ocultos. Pueden descubrirse y, por tanto controlarse, sólo muy difícilmente, habitualmente por el mago que tiene “visiones especiales” debidas a su preparación, tanto espiritual como práctica.
Dos clases de magiaEn paralelo a la preparación necesaria se pueden distinguir dos clases de magia: la espiritual y la natural. En la espiritual el mago prevalece frente a los espíritus, buenos o malos, blancos o negros, a la hora de poner en marcha estos poderes ocultos. En la magia natural el mago se basa en detectar correspondencias y señales en el mundo natural.
Los humanistas del Renacimiento tuvieron, en general, mucho cuidado en distanciarse de la magia espiritual, un tema espinoso que llevaba rápidamente a conflictos con la Iglesia. Se centraron en una versión dignificada de la magia natural. Dado que tanto la magia como el neoplatonismo habían contribuido a la síntesis que era el Corpus Hermeticum
Ficino y
Pico no tuvieron empacho en asimilarlos a las versiones de magia y neoplatonismo imperantes en su propia época. En esta línea Giambattista de la Porta, el mago natural más famoso de su tiempo, publicó su
Magia naturalis en 1558. Este libro trataba sobre todo de la “magia” de los artilugios mecánicos, de la escritura secreta y de cosmética.
Los orígenes de la ciencia moderna¿Cómo influyó la magia natural en la ciencia de la época? La interpretación depende de a quien se le pregunte.
Los historiadores de raíz positivista vieron, obviamente, esta amalgama de hermeticismo, magia natural y neoplatonismo como directamente opuesta al crecimiento de la ciencia moderna. Los no positivistas lo vieron de otra manera. Lynn Thordike escribió su monumental
History of Magic and Experimental Science (8 volúmenes, 1923-1958) para demostrar que la tradición mágica, gracias a su visión utilitarista del mundo en contraposición a la contemplativa de los filósofos, generó el método experimental. Walter Pagel escribió una serie de artículos a los largo de treinta años (los últimos en los años sesenta del siglo XX) en los que demostraba que fueron las tradiciones mágicas las que dieron forma al trabajo de Paracelso y Jean-Baptiste van Helmont. De ahí ciertas ideas herméticas y neoplatónicas pasarían a la química y la mineralogía y resurgirían en el siglo XVIII con la
Naturphilosophie.
Sin embargo, la reivindicación más importante de la tradición hermética la haría
Frances Yates en 1964. Esta historiadora afirmaba que el hermeticismo no sólo había influido en ciertos métodos o en químicos concretos sino que era una de las causas fundamentales de la Revolución Científica. Su tesis apareció en una época en la que los historiadores de la ciencia buscaban nuevas interpretaciones al periodo formativo de la ciencia moderna. Los que siguieron su idea encontraron que el hermeticismo en concreto (en oposición al neoplatonismo) había influido especialmente en la teoría de la materia, ya fuese en la química estrictamente o en la filosofía natural en general.
Otros historiadores hicieron énfasis en que
Isaac Newton, que trabajó durante años en la alquimia y otros disciplinas herméticas incluida la búsqueda de la prisca theologia, podría haber encontrado en ellas la base de sus ideas de atracción y repulsión, consideradas habitualmente como propiedades ocultas (la “espeluznante acción a distancia” que decía
Einstein).
Hoy día pocos historiadores dudan de que el hermeticismo jugó un papel en el nacimiento de la ciencia moderna. Lo que no está tan claro es qué papel fue y la importancia del mismo.
Carlos Tomé López,
La magia y el nacimiento de la ciencia moderna, Cuadernos de Cultura Científica, 13/06/2014
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