Mientras hoy se acepta la biodiversidad como un gran valor, no ocurre lo mismo con la enorme diversidad de funcionamientos psicológicos que genera nuestra mente, lo que podríamos denominar nuestra psicodiversidad.
Así, la psiquiatría standard considera en sus manuales de clasificación que centenares de funcionamientos mentales son patológicos, a pesar de reconocer que no posee un modelo teórico estructurado que diferencie claramente lo sano de lo patológico. Baste indicar que, por ejemplo, hace menos de 100 años en un contexto social de fuerte represión sexual, se consideraba la masturbación, siguiendo los valores dominantes, como una grave alteración física y mental . Así lo señalaba, por ejemplo, el famoso libro
Onanismo del profesor suizo Samuel Auguste Tissot, libro de cabecera para buena parte de la medicina occidental hasta mediados del siglo pasado. Para este autor la masturbación causaba “un gran desorden de espíritu, pérdida de memoria, incapacidad para unir dos frases con sentido….”, convirtiendo a la persona “en un pingajo que había pertenecido en otro tiempo a la especie humana”.
Se ha de resaltar que Tissot basa su libro sobre la masturbación en minuciosos estudios de casos pretendiendo que su aportación sea rigurosamente empírica y científica. Por lo tanto, cuando nos hablen de estudios científicos preguntemos antes con qué tipo de lentes han observado la realidad los investigadores, porque sabemos muy bien que toda percepción de la realidad se basa en una teoría previa de esa misma realidad, tal como demuestra claramente el caso del Dr. Tissot con su concepción jurásica del mundo.
Desde esta perspectiva hemos de señalar que la guía actual de la psiquiatría standard para evaluar y clasificar qué es un trastorno mental se basa fundamentalmente en recoger los valores del modelo social dominante, lo cual no es precisamente de un gran rigor científico y da lugar a que se consideren patológicas conductas por el hecho de no congeniar con las normas sociales establecidas.
Ante esta situación urge el debate sobre las vinculaciones entre ciencia y sociedad, muy especialmente en áreas tan complejas como las que
Foucault denominó “biopolítica”, cada vez más de actualidad en el mundo de hoy en el que se considera inapelable lo que procede del área científica.
La pregunta que deberíamos hacernos es cuáles serían los síntomas equivalentes en la sociedad actual al síntoma de la masturbación para la medicina de los siglos pasados, y qué síntomas, claramente ligados a desajustes con el modelo social dominante, en nuestro caso de una sociedad basada en los valores de la competición y el consumo, son considerados hoy patológicos.
En relación a este debate, en mi opinión, una de las escuelas psicológicas que valora y explica mejor la psicodiversidad es la corriente denominada psicología y psiquiatría evolucionista, que plantea un modelo teórico que se basa en una de las teorías más sólidas de la ciencia: la teoría evolucionista de la selección natural.
Desde esta perspectiva, la psicodiversidad ha sido seleccionada porque es ventajoso poseer una enorme cantidad de tipos de funcionamiento psíquico que han aparecido en la larga historia evolutiva, en vez de poseer unos pocos tipos de conductas. Y la razón de esta elección es porque la evolución no puede prever, en un mundo que va cambiando permanentemente, qué funcionamientos serán los más adaptativos en el futuro. Como no hay manera de saberlo, la evolución ha ido guardando un gran repertorio de posibilidades de conducta que han sido adaptativos a lo largo de la historia evolutiva, aunque algunas de ellas resulten disfuncionales en el mundo de hoy.
Como se señala en la web de la asociación
Evolucionismo – Salud mental (
[evolucionismo-saludmental.com] ), la consecuencia de estos funcionamientos es que cada sujeto debe realizar un gran trabajo para integrar toda esa psicodiversidad, todo ese enorme elenco de posibilidades de conducta (entre ellas por ejemplo la masturbación a la que hacíamos referencia anteriormente). Y ese proceso de integración y maduración dura toda la vida del sujeto, especialmente hasta el inicio de la edad adulta, y requiere de un medio que le facilite y le ayude a realizar esa integración, lo cual no siempre lamentablemente ocurre. No siempre la familia ayuda. Y el poder, a través de sus vínculos con la psiquiatría standard, trata de controlar la psicodiversidad al servicio de sus intereses.
Joseba Achotegui,
Psicodiversidad y psiquiatría: una pareja mal avenida, Público, 24/08/2014