En el programa de televisión de TV2 titulado
Para todos la 2, he comenzado a hacer una pequeña sección cada quince días con el título de ‘Para todos la filosofía’. Pretendo explicar algo de filosofía a partir del uso no filosófico que hacemos de ciertas palabras, expresiones o frases. Relacionaré el significado que les damos fuera de la filosofía con su origen filosófico.
Así la primera sección de esta serie ha sido “Amor platónico” (retransmitida el pasado 17 de septiembre). El vídeo se puede ver
aquí.
A continuación expondré lo que allí dije.
A veces oímos, leemos, decimos que un amor es platónico. La expresión resuena en nuestros oídos con una cierta ambigüedad porque, si bien es cierto que tiene la apariencia de algo romántico, ideal, incluso a veces puro y elevado, por otra parte no deja de parecernos que es un amor al que le falta algo. Entendemos que se trata de una clase especial de amor en el que no hay contacto corporal, un amor sin sexo.
¿Era así como lo pensaba
Platón? ¿Proponía un amor inmaterial, sin sexo?
La clave para entender lo que
Platón decía y la distancia respecto a lo que nosotros entendemos por “amor platónico” hay que buscarlas en una palabra:
Eros. A nosotros
Eros nos lleva a pensar en sus derivados “erotismo”, “erótico”, que de ninguna manera están alejados de la corporalidad. Todo lo erótico tiene una fuerte carga sexual. Sin embargo no era así para
Platón que consideraba que
Eros era la atracción que sobre nosotros genera la belleza y la belleza no está sólo en los cuerpos.
Lo que es importante en la atracción por un cuerpo, en el
Eros que para nosotros tiene un cuerpo, es la gracia, la solaridad, la armonía que descubrimos en él. Si entendemos lo que sucede, entenderemos también que es la belleza de ese cuerpo lo que deseamos y no ese cuerpo. Y perseguiremos el sol que ilumina ese cuerpo, y lo hallaremos en muchas más cosas, en cosas menos materiales, más espirituales.
Una experiencia genuinamente platónica en este sentido es la que muchos de nosotros hemos tenido a través de un profesor, cuando éste nos ha introducido en un campo desconocido para nosotros hasta ese momento. Gracias a esa profesora hemos visto la belleza de un teorema matemático, de un experimento físico. Gracias a ese profesor hemos podido gozar de un texto, de una historia. En ocasiones hemos creído amar a ese profesor, cuando lo que en realidad amábamos era aquello en lo que nos iniciaba. Y siempre, siempre, hemos salido de una experiencia así con la sensación de que nos habíamos vuelto mejores.
Platón pensaba que
Eros tiene que servir como un camino de perfección, como un tránsito hacia algo que nos lleva a ser más justos, más armónicos, más iluminados por una cierta sabiduría.
Pero ¿cómo es posible que hayamos pasado de
Eros, deseo de belleza, como lo pensaba
Platón, al “amor platónico”, un
Eros sin sexo, o sea sin
Eros?
Creo que el cristianismo adoptó el platonismo quitándole los aspectos que podían molestarle. Y así del
Eros platónico se quedaron con la parte espiritual y eliminaron la parte material rompiendo el camino que se eleva desde el descubrimiento de la gracia en un cuerpo hasta la comprensión de que es la gracia a lo que aspiramos. Don Quijote dirá respecto de sus amores con Dulcinea que él no es un “enamorado vicioso, sino un platónico continente”. O sea
Eros es un vicio y por ello hay que practicar un
Eros sin
Eros.
En la Academia platónica sólo había varones. Las mujeres no eran ciudadanas y por tanto su educación para devenir futuras ciudadanas estaba excluida por principio. Se sabe que
Platón fue capaz de viajar hasta tres veces a Siracusa, arriesgando su vida, para apoyar los proyectos políticos de su discípulo Dión. Los amores de
Platón no parece que fueran muy platónicos.
Maite Larrauri,
Para todos filosofía (1): "Amor platónico", fronteraD, 24/09/2014