Slavoj Zizeck |
- La fantasía, para mí, no es algo opuesto a la realidad. La realidad, lo que tomamos por nuestra realidad ordinaria está siempre constituida de una manera ideológica y la fantasía es la estructura fundamental de sentido que permite que se sostenga como realidad. En términos psicoanalíticos podría definirse como “el trauma”. Lo real es, por tanto, lo que sucede cuando perdemos nuestro sentido de la realidad.
- Todas las orientaciones políticas se fundan en la fantasía. El propio neoliberalismo es claramente una fantasía, la idea del mercado libre, el neopopulismo anti-inmigratorio, ver a los extranjeros como un peligro es también una fantasía, proyectamos nuestro propio antagonismo sobre la figura del extranjero.
- El problema de la izquierda contemporánea es que está demasiado adherida a la fantasía. Supongo que decir esto me causará algún problema pero yo creo que es una fantasía dirigir la democracia con una mente local, comunal. A pesar de que a veces pueda funcionar a un nivel local esa no será la fórmula que nos acabará salvando. Creo que la nueva izquierda debería deshacerse de ese sistema, no digo que la política local no pueda hacer maravillas, digo tan sólo que no es la gran respuesta, tenemos que unirla a acciones a nivel global. ¿Cómo podemos, por ejemplo, frenar el cambio climático? Desde luego no con políticas locales, nadie se cree realmente que todo se arregla reciclando; pero así es como funciona la ideología: como si alguien nos dijera: “tú cumple con tu pequeña obligación, recicla”, cuando en realidad lo que necesitamos es un cambio radical en todo el sistema. La verdadera fórmula de una política radical sería lo que en psicoanálisis se denomina “atravesar la fantasía”, romper el encanto de la fantasía, reconocer que la fantasía que establece la realidad de nuestro sistema político es falsa, entender la falsedad que hay en ella.
- El mercado funciona a la perfección si cada uno de los individuos busca tan sólo su propio provecho, esa es la idea de ese “reino espiritual de los animales”.
- Es verdad que el siglo XX ha sido un siglo necesitado de mitos, pero mi opinión es que hoy no necesitamos profetas sino líderes, y cuando me refiero a líderes me refiero a líderes no autoritarios. Un verdadero líder no da órdenes, no le dice a la gente lo que debe hacer, un verdadero líder anima a hacer uso de la libertad. Dice “podemos hacerlo”. Ya sé que estoy empezando a sonar como Obama, pero no lo digo en el sentido de Obama sino en el de Mao Tse Tung, aunque conozco muy bien los horrores que provocó, me refiero al principio de la revolución cultural, cuando arengó a la gente diciendo: “Tenéis derecho a rebelaros”. Aristóteles dice en la metafísica que en cierto punto los esclavos son más libres que los hombres libres, es verdad que están subordinados pero también que no siente la presión interior del deber. Nosotros somos esclavos, disfrutamos de nuestras pequeñas elecciones libres pero en términos globales recibimos unas coordenadas impuestas, aquí es donde entra de nuevo el sentido de un verdadero líder, no nos dice lo que tenemos que hacer, sino que nos confronta con el deber de hacer algo.
- En 1843 Kierkeegaard hizo una ingeniosa clasificación de la humanidad, dividiéndola en tres grupos: policías, sirvientas y limpiadores de chimeneas. Yo me incluiría en el grupo de los limpiadores de chimeneas. Policías y sirvientas se definen por una diferencia sexual, hombres frente a mujeres, y también se puede aplicar una clasificación social, o los grandes opuestos, fundamentalismo contra liberalismo, por ejemplo. Un limpiador de chimeneas es alguien que se pregunta: ¿es verdaderamente esa la oposición que hay que establecer? ¿Realmente el fundamentalismo se opone al capitalismo global? Por supuesto que sí en el sentido de que son enemigos pero la paradoja básica es que el fundamentalismo actual está generado por el orden del capitalismo global, es la reacción provocada por su existencia. Eso es lo que hace el limpiador de chimeneas: problematizar la oposición, es la tercera pata, el verdadero elemento subversivo.
- Quiero que quede claro que yo no estoy en contra del verdadero budismo oriental, en realidad el problema es ese budismo occidental que parece haberse convertido en la principal opción espiritual de la gente educadade nuestra era. La inmensa mayoría de los jóvenes gerentes de grandes firmas capitalistas se consideran budistas, practican meditación trascendental, las dinámicas actuales son tan rápidas que los humanos ya no somos capaces de seguirles la pista, cognitivamente somos incapaces de saber en qué consiste este nuevo mundo, el sentido budista permite la distancia que no permite la vida, hace que la gente pueda sobrevivir: no te tomes en serio la realidad, no es más que un juego de sombras. No creo en los que aseguran que el budismo es un camino apropiado para escapar de la locura occidental, todo lo contrario, con el budismo no se escapa, se funciona mejor, uno no se vuelve loco y se convierte en alguien más apropiado para vivir precisamente en una realidad capitalista.
- La fantástica idea de Deleuze (“Si estás atrapado en los sueños de otro, estás jodido”) también se puede aplicar al amor: lo que es angustiante del amor es sentirse atrapado en el sueño de otra persona, es una situación espantosamente opresora y hasta espeluznante, lo peor del amor es descubrir que uno es víctima del amor de otra persona.Creo que esa es otra de las fórmulas de la sociedad postotalitaria que nos tocó vivir, nos vimos envueltos de pronto en los sueños de los lideres estalinistas.
- Las mismas razones que me hacen pesimista son las que me llevan al optimismo. El nuevo sujeto postraumático es el que sobrevive pero es despojado de toda su identidad, desde el Alzheimer hasta la victima de una tortura o una catástrofe natural o de una crisis económica. El sujeto sobrevive pero como un muerto viviente, despojado de su sustancia vital. Yo lo tomo como un elemento positivo; para poder renacer uno debe pasar por ese punto de convertirse en un muerto viviente. En cierto sentido el precio de la verdadera libertad es haber sido, en algún punto, un muerto viviente. Es el caso de la India tras la colonia británica, solo a través de esa caída se hizo posible la idea de una nueva India, fue terriblemente violento pero al mismo tiempo habilitó el espacio para la libertad, la nueva India no pasaba sólo por regresar a una India precolonial. El mismo cine de Hollywood tiene también una idea muy aproximada de esa noción lacaniana del sujeto postraumático en la distinción que hace entre las dos ficciones de la vida más allá de la muerte. Hollywood distingue entre vampiros y zombies en una lucha ancestral: los vampiros pertenecen a la clase ilustrada, viven entre nosotros, son inteligentes y sofisticados, pueden pasar inadvertidos, mientras que los zombies son los desclasados, caminan y se mueven con torpeza, nunca podría pertenecer a nuestro mundo. Los zombies son precisamente los que mejor encarnan esa noción del “muerto vivo”.
- Hay algo que no me gusta nada de Barcelona, supongo que la gente se enfadará, pero odio a Gaudí. ¿Sabe lo que decía George Orwell en Homenaje a Cataluña? Decía que lo único que no les perdonará a los republicanos es que antes de salir de Barcelona no dinamitaran los edificios de Gaudi. Yo estoy de acuerdo... He de reconocer que Galicia también me encantó, me gustan los climas húmedos...
Andrés Barba, (extracto de su entrevista con Slavoj Zizeck) "No necesitamos profetas sino líderes que nos animen a usar la libertad", el cultural.es, 10/10/2014