El Roto |
En épocas de excesivo desaliento personal, los agnósticos, los que no poseen credo, ni partido político, ni equipo de fútbol, ni esperanza de cielo o infierno, los que solo esperan durante su estancia en la tierra que no esté marcada por la desdicha, cuya única patria son sus seres queridos, sentimos envidia de la esperanza o la certeza de felicidad eterna que justifica y enaltece la existencia de creyentes, patriotas y fanáticos. La tentación dura poco, jamás conoceremos los efectos consoladores, dionisiacos y a perpetuidad de esas ancestrales drogas.
Se supone que el paro, la angustia y el miedo marcan el pasado, el presente y el futuro de mucha gente en este país. Por ello flipas, con que el principal anhelo de gran parte de Cataluña sea independizarse de España, y al revés. Que les dejen votar, que se queden o se abran. A mí me da igual. Sería una patria más. Y hay millares de ellas. Debe ser una cosa fantástica. ¿Por qué seguiré asociándolas con sangre derramada?
Carlos Boyero, Patrias, El País, 09/11/2014