Están de moda. Es imposible negarlo porque es imposible evitar escuchar hablar de ellos por todos lados. Cuando no los encontramos directamente es indirectamente, gracias a la revitalización del fenómeno de los superhéroes. El siglo XXI comenzó fuerte con ellos. La saga Batman llevaba varios intentos pero fue el
Spiderman de Tobey Maguire quien dio el primer aviso. Nolan, ahora sí, revitalizaba al murciélago arrancando la saga desde los inicios en 2005, y demostrando de paso cómo una película de superhéroes podía aspirar al Óscar. La serie de
Héroes proporcionó nuevos bríos al tema, con las posibles mutaciones genéticas de por medio, y varias temporadas que nos recordaban lo bueno y lo malo de ser especial y diferente. El aluvión de películas de superhéroes terminó calando en nuestro país con la serie de
Los protegidos o con grandes empresas financiando a jóvenes
la realización de series al respecto. Cuando las cosas van mal nos gustaría que se hiciera justicia o tener alguna capacidad que nos permita sobreponernos y hacerla nosotros mismos. Por no hablar de nuestra necesidad inherente de diferenciación, o de sentirnos superiores en algo. ¿
Harry Potter? Misma idea. También vuelve con fuerza esa idea tan americana de que todos nosotros somos especiales y tenemos un don, idea que provoca que Calvin esté enganchado a
Masticando, la revista de los expertos mascadores de chicle. Pero si hastase han puesto de moda las series de frikis científicos como
The Big Bang Theory.
Pero no quiero hablar aquí de los superpoderes «imposibles». Esos que atesoran ciertos superhéroes y que ningún ser humano tendrá jamás. Por ejemplo, durante muchos años ante la pregunta sobre mi superpoder favorito yo siempre respondía que era la inmortalidad. Creía así poder superar el no tener cualquiera de los demás superpoderes y además podría leer todos los libros que se publican, ver todas las películas y series emitidas (o no), y disfrutar eternamente de los placeres de la vida. Claro, hasta que me di cuenta de las implicaciones de tener que aguantar eternamente a dictadores, políticos y cuñados de turno. O de lo que podría suponer buscar arañas, «radioactivarlas» y después que me picasen, a ver si había suerte. Me veía como el protagonista de
Kick-Ass, es decir en el hospital abierto en canal a vida o muerte.
Y no, eso sí que no. Por lo que comencé a elaborar una lista de superpoderes que sí eran alcanzables, capacidades que en principio cualquier ser humano podría desarrollar. Y me puse a
buscar gente que los había alcanzado ya en cotas superlativas. Y estudié qué proceso habían seguido ellos y podía seguir yo para poder adquirirlos. Vamos, lo que viene siento el típico «malvado plan para dominar el mundo» que te planteas para llenar los ratos libres de cualquier fin de semana. Estos son los primeros resultados de mi investigación. Si quieres conseguir superpoderes…
Desarrolla la memoriaEn 2011 el consejero delegado de Google, Eric Schmidt, dijo que la humanidad generaba cinco exabytes de información única
cada dos días en internet. ¿Que cuánto es eso? Bernardo Hernández puntualizaba por estos lares que es tanta información como desde el principio de la historia hasta el año 2003, toda junta, a la vez, sin anestesia. Como había gente a la que no le terminaba de cuadrar la cuenta la revista Science
recalculó para estimar que hemos generado hasta el 2011 unos seiscientos exabytes. Así que claro, una habilidad que empieza a ser imprescindible para sobrevivir en este entorno es la de memorizar.
Cuñados aparte, casos históricos de gente con mucha memoria hemos tenido siempre. Lo que no resultaba tan claro era cómo obtenerla sin riesgos. Como el caso de
Cenn Fáelad mac Aillila, erudito irlandés fallecido en el año 679, que adquirió su habilidad tras un golpe en la cabeza durante un combate. Fuera de arañas radioactivas, digo de accidentes, existe lo que se conoce como memoria eidética o memoria fotográfica. Esas personas que recuerdan todo, además de Sheldon Cooper, existen. Como por ejemplo
Jill Price. Si solo recuerdan cosas relacionadas con su propia existencia hablamos de una memoria autobiográfica altamente superior (HSAM o
hipertimesia), de la que se dice existen veinte personas que están siendo estudiadas en todo el mundo (
todas en EE. UU.). Son los «Google humanos».
La mujer que no puede olvidar: Jill Price... por raulespertPero si no quieres pasar por un accidente ni esperar a tener suerte o genética, existen otras técnicas apropiadas para conseguir una memoria de elefante. Por ejemplo las utilizadas por Joshua Foer, periodista que decidió dedicar un año de su vida a prepararse para los campeonatos de memoria de EE. UU., escribiendo su experiencia en el libro
Los desafíos de la memoria. Joshua descubrió que existen técnicas mnemotécnicas en uso desde hace miles de años, como los
palacios de la memoria. Y lo más importante, que se podían aprender. El primer paso en nuestro camino se hace realidad: si un periodista como Foer puede…¡cualquiera podrá!
Habla varios idiomasClaro, con eso de memorizar uno se anima, y se pone a aprovecharlo. ¿Y qué mejor manera que aprendiendo a decir «Te quiero» en seis mil idiomas? Por supuesto no es lo mismo aprender algún idioma del top ten mundial de los más utilizados, que una de las lenguas que está
en peligro de extinción. El tamaño del mercado sí importa. Inglés, chino mandarín, árabe, español por supuesto.
Al principio parece duro, pero todo depende de los idiomas elegidos. Por ejemplo, algunos vienen de
las mismas ramas lo que hace más fácil aprenderlos. Dicen que el filipino es uno de los más sencillos, con el
persa antiguo; mientras que el
finés, el húngaro, el polaco, el mandarín y el euskera son de los más difíciles. Con matices, por supuesto: el mandarín es complicado por fonética y escritura, pero la gramática se hace sencilla de entender. Así que si no quieres aprender a escribirlo el japonés puede pasar de complicado a fácil. El finés, aunque
algunos expertos dicen que no es difícil sino diferente, te hará disfrutar de esas diferencias en fonética, escritura, gramática, semántica… Vamos, que en pocos días te sentirás fan de
Noam Chomsky y
Steve Pinker, o abandonarás desesperado ante tanta palabra desconocida, a pesar de tu supermemoria.
También afecta el idioma de origen, o idioma materno, que puede hacer más o menos difícil aprender el idioma «destino». Y por supuesto debemos tener en cuenta si existe alguna motivación particular. Como por ejemplo dar al mundo
niños multilingües, que serán objetivo de estudios académicos determinando su potencial para desarrollar otros superpoderes
de manera natural. Aprender un nuevo idioma (dificultad media) de manera apropiada puede suponer unas dos mil horas de estudio intenso, es decir un año de dedicación exclusiva más o menos.
Salvo que seas
Ramón Campayo, quien los aprende para escribir libros sobre ellos y
olvidarlos después. Campeón de memoria durante varios años (no le incluimos en la anterior categoría por no abusar) es un técnico reconocido en estos temas, que da formación y sale en televisión. Además predica con el ejemplo: formó a su mujer y la hizo subcampeona mundial de memoria.
Entre los históricos tenemos a Mezzofanti, el cardenal italiano que se decía hablaba setenta y dos lenguas durante la primera mitad del siglo XIX. En el top actual tendríamos a Ziad Youssef Fazah, que habla unas sesenta y dos lenguas, la mayoría de ellas aprendidas antes de los veinte años; y a Ioannis Ikonomou, lejos de Ziad con «solo» treinta y dos idiomas. Este traductor de origen griego es un crack que intentó aprender euskera durante su estancia en Pekín. Por cierto, lo de los veinte años de Ziad parece un patrón a vigilar. Son los que tiene Alex Rawling, que chapurrea decentemente
unos once idiomas. Timothy Doner ha cumplido diecisiete años y va ya
por las veinte lenguas. ¿Hasta cuántas llegará?
Si te parece increíble, e incluso imposible, no te asustes. Chris Londsdale dice que en seis meses puedes hablar cualquier idioma y Ramón Campayo que
en siete días. Está claro, si no lo haces es porque no quieres.
Eso sí, es posible que no le saques más rendimiento que el de ampliar tu mercado objetivo a la hora de ligar. En el podcast de Freakonomics analizaron
el retorno económico de aprender idiomas y parece que el coste de aprenderlos frente a lo que puedes ganar con ellos es bastante bajo. Pero eso no importa, nosotros estamos aquí por la fama, la gloría y (ejem) el amor.
Lee más rápidoCuando intentas conseguir la inmortalidad leyendo descubres que tu primer problema es la gestión del tiempo. ¿Cuánto tarda de media una persona normal en leer una página? Por no hablar de un artículo de «la yot daun».
Bueno pues
el PPM, o cantidad de palabras por minuto, es una medida bastante reconocida para medir la velocidad de lectura. Se calcula que una persona adulta formada puede leer aproximadamente entre doscientas y trescientas palabras por minuto. Si sube la velocidad normalmente baja la comprensión. Curiosamente hablamos a una velocidad similar a la de lectura, salvo Steve Woodmore, récord Guiness por una velocidad de lectura de 637 PPM.
Si calculamos el número de palabras de media en una hoja, descubriremos que son unas quinientas (Calibri 11, interlineado sencillo, márgenes por defecto, conocimiento de español medio). Así que podemos decir que una persona adulta educada de media lee por minuto la mitad de una página, es decir unas doscientas cincuenta (entre doscientas y trescientas) palabras por minuto. En una hora, es decir sesenta minutos, leeremos por lo tanto unas treinta páginas.
Esto empieza a ser preocupante. En una jornada (salvaje) de lectura podemos ponernos en diez horas leyendo como si no hubiera un mañana, y alcanzando la osada cifra de trescientas páginas. Una jornada laboral en nuestro país ronda las mil setecientas horas. Supongamos que esto es placer y trabajo y redondeamos a dos mil horas anuales. Acabamos de ponernos en sesenta mil páginas. Si dedicamos cuarenta años de nuestra vida a leer como actividad profesional, la cifra abruma; 2,4 millones de páginas. En cualquier caso es insuficiente. Entre el BOE (Boletín Oficial del Estado) y los diferentes boletines autonómicos, de ayuntamientos y demás documentos oficiales que estamos obligados a leer, entender y aplicar
en nuestras vidas la cantidad de páginas es mucho mayor. Acabamos de demostrar académicamente que, con toda probabilidad, usted está incumpliendo la ley. Se lo garantizo. Es obvio: ni siquiera la conoce. Y no conocerla no le exime de cumplirla. El sustrato perfecto para que se dé lo que decía
la doctrina Romanones en plenitud, vamos. Si además pensamos en los exabytes de antes, en los más de cincuenta mil libros
publicados en España en 2013 y en los millones de artículos
de la Wikipedia la cosa asusta.
¿Solución? Sencillo. Aprender a leer rápido solo requiere técnica y dedicación. Bueno, como aprender cualquier cosa en realidad. Por ejemplo, ¿quieres leer el Quijote en cinco horas? Son mil ciento sesenta y dos páginas que se pueden leer en cinco horas si haces caso a
Felipe Bernal. Por supuesto nosotros queremos ir más allá y nuestro objetivo será ambicioso:
Anne Jones, campeona del mundo con cuatro mil setecientas palabras por minuto (eso sí, una comprensión del 67%). Un participante tipo en estos concursos lee entre mil y dos mil palabras por minuto con aproximadamente un 50% de comprensión.
El desarrollo de este superpoder es sencillo. Primero debemos perder la costumbre de leer sílabas, como aprendimos. Enfocándonos en espacios más grandes podemos hacer que nuestros ojos capturen varias líneas fácilmente. Entrenando el cerebro a la vez que los ojos, podemos procesar la información que han capturado los ojos. Si trabajamos la velocidad de captura combinada con el campo visual podemos leer más rápido en poco tiempo. La comprensión ayudará a no releer, es decir, debemos trabajar la velocidad a la par que
la comprensión lectora.
Este superpoder está relacionado con otros anteriores, como por ejemplo la memorización. Si podemos memorizar y leer rápido, podemos hacer una carrera online en un año. ¡Imagina cómo puede crecer tu currículo! «Tiembla BOE, mi currículo tendrá más líneas que el tuyo».
Nota: Por cierto, sí, Ramón Campayo también tiene
un libro de esto. No, no es familiar mío.
Aprende magiaNo hay superpoder más rentable que hacer desparecer cosas. De verdad. Sobre todo si son de un banco o una joyería. Puedes ver la película
Ahora me ves para captarlo al vuelo. De hecho en ella los magos también vuelan. Y leen la mente. Y adivinan el futuro.
La magia ha sido considerada tradicionalmente un cajón de sastre. ¿Que no lo entiendo? Pues es magia. ¿Que no sé cómo hacerlo? Pues es magia ¿Que no lo entiendo, no sé cómo hacerlo y lo hace alguien que no me gusta? Es brujería y a la hoguera, ¡qué te habías creído tú! Esto provocó que los magos se tomaran las cosas con cierto tiento y no hablaran mucho del tema, hasta que Houdini se puso de moda. Imagínate, ¡un tío al que le podías atizar sin problemas! Lo metías en una caja fuerte, lo mandabas al fondo del río, y el tipo volvía a casa para cenar. Como Rasputín pero sin barba. Houdini sobre todo fue un innovador empresarial, que vio claramente el modelo de negocio: la farándula. ¿Cómo evitar el problema de la brujería? Reconoces que es un truco, explicas unos pocos de ellos, y con el resto a fardar y a forrarte. No siempre acertaba: se convirtió en un experto en escapar de las esposas, pero terminó casado y viajando con su mujer y su madre. Probablemente por su afición a entrenar en una bañera con agua congelada todos los días, método precursor del tan nuestro bromuro.
Bueno pues la cosa se hubiera quedado ahí si
Susana Martínez-Conde no hubiera decidido hacerse neurocientífica y no le hubiera dado por la magia. Experta en el análisis de la atención, se planteó tontamente quiénes eran los mayores expertos en engañar al cerebro para hacernos creer lo que quieren y que se nos quede cara de idiotas, y la respuesta apareció claramente delante de ella: las calorías y los magos. Decidió estudiar a los segundos. Y hacer
una tesis doctoral . Y publicar varios papers. Incluso
un libro (lleno de spoilers mágicos, #ojocuidao). Lo que se llama
estirar el chicle, vamos.
Eso sí, hay que reconocer que demostrar académicamente cómo los magos y Apollo Robbins te engañan hasta conseguir quitarte la cartera, las gafas, el reloj y la corbata sin que te enteres,
tiene su miga. Cuando además un tipo como Apollo te demuestra que es tan sencillo como aplicar aquella premisa infantil de «dolor grande mata a dolor chico» te animas. «Yo también puedo». Y sí, claro que puedes. Entre otros motivos porque hay muchos tipos de magia. Puedes pensar en mentalismo y adivinación; centrarte en juegos de cartas; desviar el foco de interés de la gente para cambiar cosas de sitio delante de ellos y sin que se den cuenta; pero sobre todo aprenderás cómo llamar la atención de una manera aceptada socialmente, y a menudo lucrativa, como comentaba al inicio de este superpoder. O hacer
una serie de televisión y capturar a malos de todos los colores. No importan ni la edad ni las limitaciones físicas, incluso se puede hacer despacito para no equivocarse.
Para ello hay que destripar los trucos, mucho sencillos,
algunos complejos. Pero con un pequeño entrenamiento y contenidos fáciles de encontrar por internet puedes lanzarte rápidamente. Para un nivel más avanzado puedes estudiarlo
en la universidad (y es que la titulitis alcanza todos los sectores). También hay escuelas privadas, y sociedades mágicas donde
puedes asociarte. Eso sí, cuidado con los magos porque son un poco bipolares: por una parte es importante no descubrir el truco, por otra parte lo enseñan para que nuevos magos se unan a la sagrada hermandad. Chico, al final va a quedar solo la parte de la farándula.
De hecho… ¡ojo! Un aviso importante: este superpoder tiene peligrosos efectos colaterales, como por ejemplo el provocar que termines liado con alguna top model mundial rubia y alemana. Mucho cuidado.
Conoce el futuroComencé a practicar con este superpoder hace muchos años, con una chica de la que estaba enamorado. No hay nada más romántico que decirle a tu amada: «estoy viendo tu futuro; dentro de cinco segundos alguien que te quiere va a besarte apasionadamente». El problema es cuando ella no te corresponde y tu superpoder deja de funcionar provocando que no veas llegar el guantazo que ibas a recibir a los seis segundos.
Por mucho que haya pasado a otros lo mismo, incluso a expertos con un
mayor prestigio y experiencia que tú, en ese momento te queda claro que debes depurar la técnica y buscar algún soporte científico.
La visión del futuro y la detección de tendencias son superpoderes que llevan siglos entre nosotros. Desde
Rappel hasta
Madoff, pasando por el brujo de la tribu, la técnica siempre se ha basado en elementos externos. Una bola de cristal, un software infalible para analizar el mercado, o algún ritual basado en sangre, vísceras y un sacrificio. Este último método, pese a sus innegables ventajas (como acojonar tanto a la gente que si no se cumplía la profecía a ver quién era el guapo que se quejaba) se fue perdiendo con el tiempo, motivo por el cual Rappel se pasó a internet y Madoff terminó en la cárcel.
Sin embargo aún hay esperanza. ¿Os suena
Nate Silver? ¿No? ¿De verdad? No me lo puedo creer. Siempre igual. A ver. Espera. ¿Os suena Brad Pitt. Ya. Claro. Este sí. En fin. Es lo que hay. Bueno pues Brad Pitt era el protagonista de la película
Moneyball donde se hablaba del uso de la estadística en el baseball para predecir el rendimiento de los jugadores y poder armar un equipo competitivo con poco dinero. La cuestión es que la película se basaba en un libro de
Michael Lewis. En la misma línea empezó
Nate Silver. Tras dejar su trabajo en Deloitte, comenzó a dedicarse al análisis de datos estadísticos aplicado a predecir el futuro de jugadores, creando PECOTA. Luego se pasó a la política (sin coleta) y utilizando herramientas tan complejas y avanzadas como el
Teorema de Bayes, creó un blog,
FiveThirtyEight.com (o 538, el número de colegios electorales en EE. UU.), donde comentaba su visión de los resultados futuros de las elecciones americanas.
El caso es que durante la reñida campaña del año 2012, donde Obama luchaba encarnizadamente por la reelección con Mitt Romney, Nate iba contra corriente. Todo el mundo opinaba que estaban a la par y que podría haber sorpresa, mientras que el bueno de Nate argumentaba por qué Obama iba a ganar con más de un 60% de los votos. Y lo hacía en público en su blog. Y discutía con cualquiera que quisiera demostrar lo contrario. ¿Quién tendría razón? Nate acertó los resultados electorales de los cincuenta estados de EE. UU., más el distrito de Columbia. ¿Cómo? ¿Que fue gracias a la suerte del principiante? Hombre, en el año 2008, en las primeras elecciones que ganó Obama, había acertado los resultados de cuarenta y nueve estados.
Nate ha escrito un libro, llamado
La señal y el ruido, donde explica cómo cualquiera puede predecir el futuro. Bueno, hasta cierto punto, pero al menos de una manera científica y siempre mejor que sin ninguna herramienta más allá de un inenarrable amor y un juvenil atrevimiento. En cualquier caso no aconsejo hacerlo sin supervisión especializada. Nate deja claro que, en el caso del baseball, la herramienta sin el trabajo de los ojeadores no sirve de nada. No entiendo por qué. Uno puede apoyarse en la estadística para entender el mundo con facilidad. ¿Que quieres ganar el Premio Nobel?
Come chocolate. Se ha demostrado académicamente por fin que el chocolate es un sustitutivo del estudio. Y ya. Es lo que se llama «periodismo de datos». Y permite ver el futuro. O crearlo. Nunca se sabe hasta dónde te puede llevar un superpoder.
Lee, estudia, curiosea, escucha, práctica, aprende, disfruta…Esto es solo el principio, pero hay muchos más superpoderes valiosos por descubrir. Yo he iniciado el camino hacia el superyó, hacia un estadio superior de la existencia humana, donde mis habilidades ultrahumanas me permitan sobrevivir en este mundo hostil sin preocuparme de bajar la tapa del baño. Según los vaya adquiriendo os iré contando, en lo que será un sacrificio dramático y peligroso, que hago gustoso para que los resultados de este proceso sean el legado que quiero dejar a la humanidad. ¿Que por qué? Porque si yo consigo obtenerlos, está claro que cualquiera puede.
Guillermo del Haro,
Superpoderes, just down, 19/11/2014