Tomás Pollán |
Uno de los profesores más valiosos que tenemos en mi Departamento, y en toda la Facultad de Filosofía y Letras de la UAM, es Tomás Pollán. Suele llamar la atención sobre cómo se malinterpreta, en general, la sentencia del dios de Delfos –Apolo—que Sócrates convierte en su lema: conócete a ti mismo. Esto, dice Tomás, no debería entenderse como una invitación a la onfaloscopia (la introspección psicologista, el apasionado examen del propio ombligo)[1] sino como una advertencia sobre los límites: conoce tus propios límites –se nos diría en el santuario de Delfos– y no intentes sobrepasarlos.
La cultura de los griegos antiguos incorporaba esa advertencia contra la hybris, la tendencia humana a la desmesura, en su mismo meollo. Nos proporcionó el mito de Prometeo, y también los mayores controles culturales frente a lo prometeico (comenzando por la tragedia como elemento de praxis política). En cambio, nuestra propia cultura está penetrada de hybris de forma casi estructural… y desactiva todos los controles y recursosque podrían precavernos frente a ella.
Jorge Riechmann, paideía, tratar de comprender, tratar de ayudar, 29/01/2015
[1] Aquí Tomás suele traer a colación uno de los pecios de Rafael Sánchez Ferlosio, “Antisócrates”: “Conócete a ti mismo; ¡sí, hombre, como si no tuviera uno otra cosa en qué pensar!” (Rafael Sánchez Ferlosio, La hija de la guerra y la madre de la patria. Destino, Barcelona 2002, 138).