Durante los años 70, se pensaba que los terroristas eran enfermos mentales y la investigación se centró en esa línea. Actualmente, la creencia entre los psicólogos es otra porque ya no son considerados individuos patológicos. Según la estadística, no se encuentra una mayor tasa de psicópatas entre estos grupos que la que existe entre el resto de la población.
Clark R. McCauley, profesor de psicología de la Universidad Bryn Mawr, cree que el terrorismo es un tipo de violencia que merece una categoría especial. Para entenderla, se ha propuesto en varios artículos imaginar que él mismo es un terrorista.
McCauley piensa que ni siquiera estos asesinos querrían tener a un psicópata en quien no se puede confiar y que no está en contacto con el mundo real. Existen sujetos que toman la iniciativa personal de inmolarse o de disparar en un centro comercial, pero son hechos aislados respecto al fenómeno terrorista del Estado Islámico. De hecho,
McCauley cree que hay que confrontar el hecho de que, bajo determinadas circunstancias, todos podemos llegar a ser terroristas. Pero también una interesante conclusión: "la respuesta al terrorismo puede ser más peligrosa que el propio terrorismo. Debemos pensar", concluye
McCauley.
Randy Borum también es un experto mundial en la psicología del terrorismo.
Borum cree que a pesar de que se han aportado ingentes recursos en la prevención del terrorismo, apenas hemos avanzado al respecto. Uno de los obstáculos es la falta de conocimiento de la psicología de estas personas. Es necesaria una mayor comprensión de lo que motiva estos actos de violencia. Muchos estudios del movimiento abordado desde varias disciplinas. En diciembre del año pasado el General Michael Nagata, comandante de las fuerzas americanas en el medio este, alertaba de que se necesitan nuevas estrategias e ideas frescas para combatir al IS porque no entendemos bien el movimiento. "No hemos hecho ningún progreso en lo que respecta a combatir la idea, ni siquiera la comprendemos", declaró el General Nagata. Lo peor es que esta frustración parece ser compartida por muchos otros altos mandos del ejército estadounidense. La verdadera guerra está en aspectos intangibles, y no en el número de armamento o la fuerza objetiva. Según Nagata, el tipo de armas que usan no es lo más importante. Lo clave es su habilidad para mantener el territorio mediante tácticas psicológicas como son el aterrorizar a la población y el control económico total. De hecho, varios economistas están analizando cómo se organiza al respecto el Estado Islámico. Entre los chimpancés, el número de efectivos que tiene la comunidad enemiga es clave a la hora de elegir si ir a la guerra o no, según estudios del primatólogo
Christophe Boesch. Además, a diferencia de los grandes simios, los humanos podemos contar historias sobre lo que sucede que unan a millones de personas.Igualmente, mediante relatos y rumores hacemos correr el terror. Son aspectos que no se pueden contar ni tocar, y por lo tanto el ejército nada puede hacer contra ellos.No se puede combatir con violencia las narrativas sectarias y religiosas que unen a millones de personas bajo una interpretación del mundo en común. No puedes eliminar con armas los relatos, las tergiversaciones de la historia y las interpretaciones radicales. Generan modelos mentales y son el sustrato de las ideas colectivas que involucran y movilizan a miles e incluso millones de personas. Colonizan la mente de las personas y se apoderan de su comportamiento, llegando a justificar lo injustificable.
Pablo Herreros,
Las otras armas del Estado Islámico, Yo, mono, 07/02/2015