“Juventud necesaria. Consecuencias económicas y sociales de la situación del colectivo joven” es un estudio elaborado por los sociólogos Stefano de Marco y Daniel Sorando que se ha publicado esta semana. Está dividido en cuatro partes. En la primera, se explica de qué manera influye en la juventud el hecho de que el Estado de Bienestar español sea de tipo familista; en la segunda, se analiza el coste económico de la emigración juvenil; en la tercera, se relaciona la precariedad y sus consecuencias en la fecundidad; y en una cuarta, qué ocurriría si todo esto cambiara.
Un Estado de Bienestar familista
El primer condicionante con que se encuentra la juventud en España es el modelo de Estado de Bienestar, mediterráneo, que se caracteriza por la fuerte mercantilización, además creciente, de los bienes y servicios básicos del bienestar y un sistema de provisión que se apoya en redes familiares de apoyo mutuo, porque no existen políticas sociales de gran alcance. En este sentido, en un escenario de crisis e inseguridad económica, mientras en los países escandinavos se recurre a modelos de salario social universal, en otros, como en España y el resto de países mediterráneos, se delega en la familia. De ahí que nos encontremos con este gráfico, que muestra cómo el gasto social en España es mucho más reducido que en la media de países del área euro en términos de PIB:
Los jóvenes, más pobres
Y los jóvenes se encuentran entre las principales víctimas. De acuerdo con el gráfico que tenemos bajo estas líneas, la tasa de riesgo de pobreza es superior entre los jóvenes españoles de entre 16 y 24 años que en el conjunto de la población española, y todavía más elevada si se compara con la media del conjunto de la población de la zona euro.
Mayor precariedad en el empleo
Desde siempre, en los países mediterráneos, la tasa de participación de los jóvenes en el mercado de trabajo ha sido bajo y secundario, es decir, ha tenido salarios bajos para únicamente ayudar a complementar los ingresos familiares más importantes y escasa protección. Y esta situación ha empeorado con la crisis económica. Así, la tasa de paro que sufren las personas entre 15 y 29 años ha aumentado en más de un 25% desde el año 2007, lo que contrasta fuertemente con lo que ocurre en el resto de Europa.
Los jóvenes españoles no sólo sufren más paro, sino también una mayor tasa de temporalidad: un 49,3% de los trabajadores de entre 15 y 29 años tiene un trabajo temporal, frente al 32,3% en que se sitúa la media de los quince de la zona euro.
En cuanto a los trabajos a tiempo parcial, en 1995 apenas un 9,9% de los jóvenes españoles tenía un contrato de ese tipo, mientras que en Europa ese porcentaje era superior al 15%. Ahora España ha convergido con Europa: al igual que en el resto del continente, en España, en torno al 27% de los jóvenes que trabajan lo hacen con contratos a tiempo parcial. Pero podemos completar esta información con otra que muestra que la situación del mercado laboral español es peor que la del conjunto del continente europeo. Y es que al 68,2% de los jóvenes con contrato a tiempo parcial les gustaría trabajar a tiempo completo, frente al 33,3% en que se encuentra la media en los países de nuestro entorno.
Cada vez más educados
Los jóvenes no sólo tienden a tener un mayor nivel de estudios, sino que, además, permanecen más años en el sistema educativo respecto a la generación de sus padres:
De ahí que el 54,9% de los jóvenes que están empleados están sobrecualificados para las tareas que desempeñan.
El nivel educativo de los jóvenes ha mejorado mucho y eso que el gasto en educación, sin ni siquiera llegar nunca a converger con la media del área euro, ha comenzado a disminuir en los últimos años.
El diferencial entre España y el resto de la zona euro también es importante si hablamos de la educación universitaria. Si en el año 2011 en España se destinaba un 9,4% de todo el presupuesto educativo a ayudas a los estudios universitarios, de media, en la zona euro, este porcentaje era de un 16,6%.
Más “ni-nis” en España que en Europa
La baja inversión en educación implica, según el estudio, que el Estado de bienestar español requiere la implicación activa de las familias de los jóvenes en su formación. Sin becas, deben ser las familias las que aporten los recursos económicos necesarios al estudio universitario. Y a ello atribuyen el aumento de las personas jóvenes que ni estudian ni trabajan, en un contexto especialmente duro en que crecen los hogares sin recursos. En España un 22,5% de los jóvenes ni estudian ni trabajan. En la zona euro, este porcentaje se encuentra seis puntos por debajo.
Se culpa a los “ni-nis” de su situación. Pero a quienes se supone que han hecho sus deberes, han estudiado y se han sacado una carrera universitaria las cosas nos les va tampoco demasiado bien. En España, más de un 30% de los jóvenes con estudios universitarios se encuentra en situación de desempleo. Es una cifra que sólo supera Grecia, donde rebasa el 40%.
En busca de una salida: la emigración
La crisis económica ha convertido a España de un país receptor de inmigrantes a un emisor de trabajadores. A este movimiento han contribuido de manera decisiva los jóvenes que, ante la falta de expectativas, deciden irse del país. De esta manera, el número de jóvenes emigrantes se ha duplicado entre 2008 y 2013.
De todas maneras, como explica el propio informe que estamos reseñando, el anterior da cifras que podrían no estar reflejando del todo la realidad, puesto que sólo recoge el número de ciudadanos españoles que se dan de alta en el consulado de España en el exterior, y la mayoría de los emigrantes no cumple con ese trámite. Por lo tanto, los autores del estudio le dan más fiabilidad a los números con los que trabaja el Injuve, que apunta que entre 2009 y 2013 el número de jóvenes que han abandonado España en busca de nuevas oportunidades podría alcanzar los 218.000.
Y esto no le sale gratis a España. En el estudio se incluye, como adelantábamos un exhaustivo análisis sobre el coste que asume el país por no retener el talento de los jóvenes que emigran. Recogemos aquí únicamente la conclusión: en total y en el caso de permanecer los jóvenes migrantes españoles en el extranjero durante la próxima década, España perdería el equivalente de entre el 4,5% y el 5,6% del PIB del año 2013, es decir, entre 46.034 y 57.287 millones de euros.
Emancipación tardía
La precaria situación de los jóvenes en España y la ausencia de expectativas fiables de futuro provocan no sólo la emigración de los más preparados, sino también que comiencen su vida adulta más tardíamente, no sólo respecto a lo que sucedía con anterioridad en nuestro país, sino respecto a los países de nuestro entorno:
Reducción de la natalidad
La incertidumbre económica, sobre todo en cuanto a lo laboral, el régimen de bienestar español, mucho más débil que en los países de nuestro entorno, el complicado acceso a una vivienda, la imposible conciliación de la vida laboral con la personal, la emigración de jóvenes y la inmigración todavía presente forman un cóctel que sólo puede tener como resultado una progresiva reducción de la natalidad. Así el índice sintético de fecundidad se encuentra en 1,32 hijos por mujer frente a 1,55 en que, de media, se sitúa en la zona euro.
En función de cómo evolucione cada variable, podemos tener diferentes escenarios de futuro, como se muestra en esta tabla:
Dependiendo de cómo evolucionen el paro juvenil, el porcentaje de familias viviendo de alquiler, la inmigración extranjera, el PIB o las políticas de familia, el número de hijos por mujer puede mantenerse en niveles similares a los actuales o subir hasta 1,73. Pero, de momento, en políticas de familia España está así de mal:
Cristina Vallejo,
La juventud española en doce gráficas, fronteraD, 14/02/2015