Antiguamente el mundo tenía my diversas longitudes. El peso cambiaba de una provincia a otra. La variedad de medidas era tal que nunca se sabía exactamente cuánto pesaba un pan o cuáles eran las dimensiones de una puerta. Lo cotidiano era aproximativo y estaba mal ajustado. El mundo se había matematizado, en principio. Sin embargo, subsistían grandes zonas de incertidumbre y vacilación.
Ahora todo eso ha cambiado. Las normas son fijas, los patrones están unificados. No cesamos de medir las cosas que nos rodean. Prepara una tarta, las cantidades pesadas son exactas. Decora una habitación, arregla un motor, construye una maqueta, organiza un huerto, siempre hay una medida que tomar, cálculos que realizar. Les concedes más confianza (y con razón) que a tus propias estimaciones. No hay viajes sin planos, jalones, cartas de vuelo, sextantes, brújulas, altímetros, taquímetros, satélites, radares, GPS y otras máquinas futuras. A tus hijos los mides, los pesas, los analizas. Tú mismo te sometes regularmente a estos recuentos: análisis de sangre, orina, excrementos, esperma, extracción de células, de trozos de piel, radiografía, biopsia, endoscopia. Te evalúan, pesas, y examinan desde todos los ángulos. Miden la cantidad de óxido de carbono en el aire que respiras, la cantidad de albúmina o potasio que orinas, la cantidad de grasa o azúcar que corre por tus venas. Se preocupan, o te preocupas tú, o ambas cosas, por tu peso, tensión arterial o índice de glucosa.
Todos estos recuentos son útiles. Pero también tienes que experimentar con el pensamiento de que su carácter es secundario y vano. Pregúntate, por ejemplo, cómo se mide la existencia. ¿Con qué instrumento? ¿Según qué unidad? ¿Siguiendo qué código? ¿Con qué puntos de referencia? ¿Dirás que tu existencia se mide adecuadamente en: metros recorridos a pie, kilómetros recorridos en coche, años, días, horas y segundos, latidos de corazón, litros de sudor, orina o sangre, kilos en tu cuerpo, kilos de patatas o carne, litros de vino, papel escrito, tiempo perdido, amor dado, amor recibido? ¿Cómo se mide tal cosa?
Los números cubren el mundo y enmascaran la realidad. La vida puede describirse con series de ecuaciones, una complicada trama de dimensiones, masas y fuerzas. Todo eso, no obstante, no permite medir la existencia.
Roger-Pol Droit, 101 experiencias de filosofía cotidiana, Blackie Books, Barna 2014