Lo más arrebatador, en ese milagroso centelleo, es la densidad. Deja aparte los recuerdos de infancia, los juegos de otras épocas, las casas en el campo, el olor de los armarios (si es el caso). Fíjate solo en esas asombrosas partículas. De pronto, la frontera entre la luz y las tinieblas resulta tan evidente, nítida y directa que casi creemos poder tocarla. El hormigueo de las partículas aparece y desaparece a cada lado de la frontera. Ahí es donde podemos soñar.
Pocas experiencias tan sencillas dan con tanta intensidad la sensación de ver como se revela, de repente, un mundo invisible. En el rayo de luz se deja ver un fragmento de espacio diferente, insertado en el nuestro, un universo que está al otro lado, del revés, en la otra cara. Qu e de repente se ha vuelto visible irrumpiendo como un ladrón. ¿Cómo sería el mundo si se viera brillar el polvo siempre, en todas partes, interminablemente? ¿Acaso no hay siempre, en todas partes, interminablemente, un estrato invisible y presente a la vez? ¿Otra cara a la que podríamos llegar, otro espacio encajado en el que conocemos?
¿Y si solo nos faltase saber cómo se abren las contraventanas?
Roger-Pol Droit, 101 experiencias de filosofía cotidiana, Blackie Books, Barna 2014