Epicur |
Es habitual encontrar el nombre del filósofo Epicuro asociado a restaurantes y a tiendas para gourmets. Eso nos hace pensar que un epicúreo es un sibarita. Incluso hay un puro habano que lleva su nombre: Epicuro.
¿Es eso lo que predicaba Epicuro, a disfrutar de los placeres como hacen los buenos vividores?
Esta asociación entre Epicuro y el gourmet, el vividor, tiene su origen en una frase de Epicuro: “El placer del vientre es el principio y la raíz de todo bien”. Epicuro utiliza el vientre o el estómago como paradigma de su doctrina acerca del placer. Cuando el estómago está vacío siento molestias, dolor, cuando está lleno experimento placer. Y esta dicotomía vacío/lleno sirve para cualquiera de nuestras necesidades (también las mentales, las sociales): cuando no tengo lo que necesito, siento dolor, cuando lo tengo, placer.
Este planteamiento es el que le hace decir a Epicuro que no hay que poner límite a los placeres porque el placer ya es en sí mismo un límite. En efecto si me paso comiendo o bebiendo, si como o bebo lo que no me sienta bien, no experimento placer sino dolor.
Ahora bien, volviendo sobre los gourmets, se ha desarrollado un equívoco a partir de esa frase de Epicuro. He leído en la publicidad de una cadena de restaurantes selectos la siguiente frase: “El placer gastronómico es el principio y el fin de una vida feliz”. Es evidente que “el placer gastronómico” del que habla la publicidad no es en absoluto “el placer del vientre” del que habla Epicuro.
Además Epicuro era un enfermo de estómago, lo que le hacía reflexionar a conciencia sobre el placer. Su propuesta es siempre selectiva, moderada y frugal. No hay que comer cualquier cosa, ni de manera excesiva. Tampoco hay que rodearse de cualquier tipo de persona, hay que seleccionar a los amigos. Y de ahí que Epicuro fuera el fundador de una secta de discípulos con los que vivía en su famoso jardín.
No es fácil, sin embargo, ser epicúreo. Preferimos la prohibición y el permiso a la moderación que nace de unos límites puestos por uno mismo. Preferimos que se nos diga que está prohibido beber antes que se deje a nuestra iniciativa saber cuánto y cuándo. La moderación es fruto de la reflexión y del conocimiento de uno mismo: cada estómago tiene una medida.
Así pues, una comida epicúrea está muy lejos de lo que proponen los gourmets. Si pensamos en términos de la Antigüedad contemporánea a Epicuro, consistiría en higos, uvas, un pedazo de queso, un buen vaso de vino, todo ello compartido con unos amigos, una buena conversación, bajo una parra ante el hermoso mar de Grecia. Eso sí que es un festín.
Maite Larrauri, Para todos la Filosofía (14): "Epicúreo", fronteraD, 16/04/2015