Y quién puede vanagloriarse de no haber sido víctima alguna vez de la bondad? ¿Quién puede sentirse salvado de los caprichos de la bondad? El mal tiene una virtud: es fácilmente reconocible. Frente a él, uno sabe a qué atenerse. El bien caprichoso, en cambio, se oculta, se disfraza, se endulza con gestos y frases, con amabilidades ... El bien que no hemos pedido y que alguien supone necesario para nosotros es más dañino: no nos da la oportunidad del enfrentamiento, y exige, para colmo, que sonriamos, bajemos la cabeza, aplaudamos y demos gracias.
Abilio Estévez, El mal del bien, El País, 27/09/1998 [www.elpais.com]