Estudiar filosofía no sirve para nada. Tienen toda la razón. No me extraña que desaparezca de Bachillerato.Total, para qué. Dicen que la filosofía te enseña a pensar. Pero claro, ¿a quién le importa aprender a pensar en este país?
Estudié filosofía porque no sabía que estudiar. Pero eso no es nuevo: yo nunca sé qué hacer. Me dijeron que era una carrera difícil y entonces, yo, que aunque nunca sepa que hacer sé que me gustan las cosas difíciles, empecé a estudiar filosofía. Por aquel entonces también cursaba periodismo. Pero quedaba mejor estudiar una doble licenciatura. A los de periodismo nos habían repetido en infinidad de ocasiones que nuestra carrera era de las de “pinta y colorea”. Mi reflexión fue la siguiente: en ese caso, dos mejor que una. Pero resumiendo: escogí las dos carreras con más futuro del panorama universitario del momento.
¿Acaso tenía miedo al éxito?
Probablemente. Porque puestos a complicarme la vida y estudiar “una doble” ¿no podría haber hecho Ingeniería y Matemáticas Exactas? ¿Derecho y ADE? ¿Medicina y… Humanidades?
Nada de eso. Creo recordar también que en esa época leí aquel libro de Donde el corazón te lleve, de Susana Tamaro. Y así me fue. Me dirigí exactamente hacia donde el corazón me llevó.
A lo que íbamos: que estudié filosofía y, efectivamente, era una carrera difícil.
El primer año suspendí dos asignaturas: Lógica I y Lógica II. Si hubiera habido III y IV, hubiera seguido por el mismo camino. Aprobé las lógicas en septiembre después de un absurdo verano de clases particulares y sesiones de intenso peloteo a la profesora. Para ganarme su favor llegué a inventarme que me interesaban conceptos como la LDC: Lógica Difusa Compensatoria. Ahí lo dejo.
La filosofía me sirvió para entender algo importante: que no era tan lista como creía. Que es una buena lección sobre todo a los dieciocho años.
Pero ahora miro atrás y pienso: es verdad. La filosofía no te enseña nada. Nada concreto. Por eso, cuando se aplique por completo la LOMCE, la asignatura de Historia de la Filosofía perderá dejará de ser troncal en 2º de Bachillerato y pasará a ser de libre configuración. Por tanto, si los alumnos no la eligen, no tendrán que cursarla. Así que adiós Platón, Sócrates. Tampoco tú, Freud y tu diván. Ni tú, Heidegger. O el río de Heráclito. O aquella misteriosa paradoja del gato de Schrödinger que me tuvo días planteándome si era tonta o no. ¿Y qué es eso de preguntarse qué es la vida? Una pregunta de mala educación: nonsense, como dicen los ingleses.
La filosofía enseña a vivir. A pensar. La tragedia es que eso no es cuantificable. No nos transmite un saber que nos sirve para crear un modelo matemático o una aplicación para Smartphones. La filosofía lo abarca todo. Pero eso es, a la vez, nada. De esas cosas que, como la alegría o la tristeza, no se pueden medir ni poner en un examen. La filosofía nos enseña que no estamos solos y que existe más gente que se ha planteado de qué va todo eso de la vida en esos domingos trascendentales en los que llueve. Muchos otros antes que nosotros se han preguntado lo mismo sin llegar a ninguna conclusión relevante. Pero de eso mismo trata la vida; de intentar de resolver algunas cosas necesarias. En realidad, la filosofía es una compañía constante: un no estar solo frente a la incertidumbre.
No sé quién narices toma estas sabias decisiones con respecto a los planes de educación. Pero desde aquí me encantaría recordarle que filosofía quiere decir amor a la sabiduría. Si nos quitan eso, ¿qué nos queda?
Laura Ferrero, No te vayas filosofía, fronteraD 28/10/2015