La idea de esta habitación es del artista Julian Hoeber; la idea es bastante sencilla: construir la «casa» deliberadamente inclinada, así como sus elementos: sus paredes que se tocan en ángulos de 90 grados, hay una silla, un espejo… La principal diferencia es que las paredes realidad están inclinadas unos 29 grados respecto a la horizontal del suelo.
El resultado es una especie de ilusión óptica y sensorial que confunde y desorienta a la gente cuando entra y pasa un rato en la habitación; las líneas rectas dejan de ser «gravitacionalmente verticales» – que es como nuestro cerebro está acostumbrado a percibirlas. Incluso concentrándose de forma lógica en lo que ve y siente, para una persona cualquiera es difícil no sentir cierta extraña sensación de que «algo está mal».
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