Intentad el siguiente experimento: acercaos a una persona cualquiera, incluso elegida al azar (aunque siempre ayuda que la persona esté predispuesta a comprobar vuestras facultades paranormales). Miradla a los ojos y decidle: «Siento que alguien está pensando intensamente en usted, es alguien a quien no ve desde hace muchos años, pero que en otro tiempo amó muchísimo, sufriendo porque no se sentía correspondido... Ahora esta persona se está dando cuenta de lo mucho que le ha hecho sufrir, y se arrepiente, aunque comprende que es demasiado tarde...». ¿Hay alguien en el mundo, a no ser un niño, que no haya tenido en el pasado un amor desgraciado, o al menos no suficientemente correspondido? Veréis como vuestro interlocutor será el primero en ayudaros y en colaborar, diciéndoos que ha identificado a la persona cuyo pensamiento estáis captando con tanta nitidez.
También le podéis decir a un individuo: «Hay una persona que lo infravalora, y va hablando mal de usted, pero lo hace por envidia». Es muy difícil que ese individuo os responda que es admiradísimo por todo el mundo y que no tiene ni idea de quién es esa persona. Más bien estará dispuesto a identificarla inmediatamente y a admirar vuestras capacidades de percepción extrasensorial.
O bien afirmad que podéis ver junto a vuestros sujetos los fantasmas de sus seres queridos desaparecidos. Acercaos a una persona de cierta edad y decidle que veis junto a ella la sombra de una persona anciana, que murió del corazón. Cualquier individuo vivo ha tenido dos padres y cuatro abuelos y, si tenéis suerte, incluso algún tío o padrino o madrina queridísimos. Si el sujeto tiene cierta edad es muy fácil que esos seres queridos estén ya muertos, y de un mínimo de seis difuntos forzosamente ha de haber uno que haya muerto por insuficiencia cardíaca. Si no tenéis suerte, como habréis tenido la prudencia de abordar al sujeto entre otros también interesados en vuestras virtudes paranormales, decid que tal vez os habéis equivocado, que el que veis quizá no es un pariente de vuestro interlocutor, sino de alguna otra persona que está cerca. Es casi seguro que uno de los presentes empezará a decir que se trata de su padre o de su madre, y en ese momento ya lo tenéis, podéis hablar del calor que emana esa sombra, del amor que siente por el o la que ya está dispuesto a dejarse convencer de lo que sea...
Los lectores astutos habrán identificado las técnicas utilizadas por algunos personajes carismáticos que aparecen incluso en programas de televisión. No hay nada más fácil que convencer a un padre que acaba de perder al hijo, o que llora aún la muerte de la madre, o del marido, de que aquella alma de Dios no se ha disuelto en la nada y que todavía manda mensajes desde el más allá. Insisto, hacer de médium es fácil, el dolor y la credulidad de los otros trabajan a vuestro favor.
Umberto Eco, Creer en los médiums, Círculo escéptico 07/04/2012