Seguimos muy cerca de nuestros antepasados que recorrían la sabana. La formación de nuestras creencias está llena de supersticiones, incluso hoy (debería decir, especialmente hoy). De la misma forma que un día un hombre de una tribu primitiva se rascó la nariz, vio llover, y desarrolló un método elaborado para rascarse la nariz y atraer la muy necesitada lluvia, relacionamos la prosperidad económica con algún tipo de recorte de tipos de interés de la Reserva Federal, o el éxito de una empresa con el nombramiento de un nuevo presidente “al mando”. Las librerías están llenas de biografías de hombres y mujeres de éxito que presentan su específica explicación de cómo lo lograron en la vida (tenemos una expresión, “estar en el sitio adecuado en el momento adecuado”, para debilitar cualquier conclusión que se pueda inferir de dichas explicaciones). Esta confusión afecta a gente de distintas convicciones; el profesor de literatura otorga un profundo significado a un orden meramente coincidente de las palabras, mientras que el economista detecta con orgullo “irregularidades” y “anomalías” en datos que son puramente aleatorios.
Nassim Nicholas Taleb, ¿Existe la suerte? Las trampas del azar, Booket, Barna 2009
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