En medicina y psicología, por ejemplo, la competitividad es ciega, extrema, y ha hecho auténticos estragos. Según diversas revisiones, el 85% de los artículos científicos en estas materias no aportan nada, están carentes de valor. Eso sí, están basados en las más feroces reglas de la competitividad en una batalla sin fin con otros miles y miles de artículos que necesitan también ser publicados a cualquier precio. “Publish or perish” (publica o perece). Esta es la regla.
Por suerte, está ese otro 15% de artículos que profundizan en las realidades, estudian aspectos nuevos, aportan algo a la comunidad….….artículos que muchas veces tienen problemas para ser publicados porque justamente por ser innovadores cuestionan aspectos del statu quo y de los modelos dominantes. Así, el famoso artículo sobre la simbiogénesis de Lynn Margulis, que planteó nuevas perspectivas muy importantes en biología, fue rechazado por 18 prestigiosas revistas científicas y tardó muchos años en ser publicado. Lamentablemente los enormes esfuerzos personales de los investigadores y los cuantiosos gastos económicos que suponen ese 85% de los artículos que no aportan nada quedan ahí. Entristece pensar en todo lo que se podría hacer con ese tiempo y dinero.
En la vida existen obviamente muchos problemas, conflictos, dificultades. Y por supuesto, competir es una opción a tener en cuenta y que en determinados contextos, es interesante, incluso inevitable. Pero la ideología que considera que todo se arregla compitiendo ciegamente va contra toda lógica y la más mínima observación de la realidad.
Que la competitividad es la gran solución a todo no es más que una falacia vinculada al modelo social dominante, que justifica exigir siempre más y más a los de abajo, generándoles además una gran inseguridad porque siempre se plantea que no lo están haciendo suficientemente bien y que deben ir más allá.
Los propios estudios matemáticos sobre la teoría de los juegos, las ecuaciones de Axelrod sobre el famoso “dilema del prisionero”, nos muestran cómo a la larga la competición no es la mejor estrategia para resolver los conflictos, por otra parte inevitables en la convivencia entre los seres humanos. A la larga es más adaptativo, más inteligente, procurar buscar soluciones cooperativas e innovadoras que gastar energía peleando y compitiendo ciegamente. Porque, a diferencia de lo que el sistema pretende hacernos creer, los seres humanos no somos lobos solitarios y lo que ha permitido nuestro desarrollo como especie es, en gran parte, nuestra capacidad de colaborar y crear.
Joseba Achotegui, La falacia de que los conflictos se resuelven peleando y competiendo, Público 27/03/2016