Aristòtil |
Apostando a que conocer es lo nuestro, Aristóteles nos ayudó a ser lógicos, a percibir la importancia de establecer criterios que posibiliten la distinción y la clasificación, y aplicar estos criterios al ámbito primordial de la frontera entre lo inanimado y lo animado; nos ayudó a adentrarnos en lo inanimado, a fin de descubrir los rasgos que permiten reconocer el ser en su forma primaria, la naturaleza elemental, y a percibir entonces la diferencia radical que en relación a la misma supone la complejidad de la vida...
De la mano de Aristóteles, Lineo establecía sus calificaciones y del método clasificador de Aristóteles no se apartan excesivamente los genetistas contemporáneos. Aristóteles intuyó que la diferencia individual no es reductible a forma y que por eso no hay ciencia de los individuos, asunto en el que no anda muy lejos la genética contemporánea, obligada a referirse a secuencias del genoma no codificadoras de proteínas, por cuya azarosa interación dos individuos se distinguen (de ahí la dificultad para pasar de mapas genómicos de especies a determinación genómica de individuos). Aristóteles tuvo impresionantes intuiciones topológicas (lo que permitió que un matemático de nuestro tiempo lo caracterizara como el primer y más grande pensador del continuo), y en lo concerniente al tiempo tuvo una impresionante premonición del segundo principio de la termodinámica. Aristóteles rechazó el vacío y los partidarios del modelo cosmológico inspirado en la esfera de Riemann nunca podrán rechazar su tesis de un universo acotado y esférico de manera tan tajante como lo hacen con la infinitud del espacio de Newton.
Aristóteles introdujo la crucial distinción entre la entidad en potencia y la entidad en acto, aspecto por el cual es parcialmente redimido en el seno de la teoría cuántica que, por otro lado, con mayor radicalidad pone en tela de juicio ciertos pilares ontológicos y epistemológicos del aristotelismo.
En fin, sin la tarea de Aristóteles catalogando y mostrando los vínculos entre los problemas de sus predecesores, quizás no hubiéramos siquiera tenido acceso real a esos pensadores hoy llamados presocráticos, de tal manera que puede considerarse a Estagirita como el primer gran historiador de las ideas. Por todo ello sería, por así decirlo, de mal nacido no mostrar agradecimiento a Aristóteles… Pero como ya he indicado no es tanto por sus aciertos o desaciertos en materia científica por lo que Aristóteles es primordial, sino por la actitud con la que aborda la ciencia misma, resultado de su concepción de la naturaleza del ser humano, la cual no es fruto de una especulación sino de su trabajo como primer gran biólogo de la historia y supliendo con una prodigiosa intuición y agudeza conceptual la penuria de instrumentos a la hora de establecer comparaciones entre las diferentes especies.
Y en otro orden de cosas, Aristóteles nos ayuda a percibir la causa que provoca la emoción de los espectadores en la representación trágica y, como hemos visto, en sus tratados ético-políticos nos da la clave de lo que es forjar una polis, es decir, un ámbito de relaciones humanas configurado por la ley. Pero el legado mayor de Aristóteles es el haber sentado los cimientos de algo que tiene su origen en la exploración de la naturaleza por los presocráticos y cristaliza en esa aventura mayor del espíritu que constituye la filosofía: la filosofía surgida, tal como está ocurriendo en nuestra época, como resultado de un estupor provocado por esa misma exploración de la naturaleza, estupor provocado por la física y así reflexión tras la física, reflexión literalmente meta-física.
Víctor Gómez Pin, El legado de Aristóteles, Claves de razón práctica nº 245 Marzo/Abril 2016