by Quino |
Una apuesta, ya sea parcial, por la tesis defendida en este texto, un mínimo de confianza en el efectivo aspecto desprendido y liberador del hecho mismo de pensar, tiene inmediato corolario en la denuncia de lo que supone vivir en una sociedad que da la espalda al pensamiento, o que incluso se sustenta en su repudio.
“Pues los hombres empiezan y empezaron siempre a filosofar movidos por el asombro. Al principio su asombro es relativo a cosas muy sencillas, mas poco a poco el asombro se extiende a más importantes asuntos, como fenómenos relacionados con la luna y otros que conciernen al sol y las estrellas y también al origen del universo. Y el hombre que experimenta estupefacción se considera a sí mismo ignorante (de ahí que incluso el amor de los mitos sea en cierto sentido amor de la sabiduría, pues el mito está trabado con cosas que dejan al que escucha estupefacto). Y puesto que filosofan con vistas a escapar a la ignorancia, evidentemente buscan el saber por el saber y no por un fin utilitario. Y lo que realmente aconteció confirma esta tesis. Pues solo cuando las necesidades de la vida y las exigencias de confort y recreo estaban cubiertas empezó a buscarse un conocimiento de este tipo, que nadie debe buscar con vistas a algún provecho. Pues así como llamamos libre a la persona cuya vida no está subordinada a la del otro, así la filosofía constituye la ciencia libre, pues no tiene otro objetivo que sí misma” (Metafísica, 982b17-28).
Para la inmensa mayoría de los humanos la lucha por la subsistencia ocupa la integridad de sus jornadas. Y aun ateniéndose a los privilegiados ámbitos en los que esta esclavitud inmediata queda atrás, perdura la imposibilidad de vivir en condiciones no ya de ornato y confort, sino incluso de salubridad, es decir, imposibilidad de vivir simplemente con decencia. Todo ello supone un nihilista repudio de la tesis humanista según la cual el hombre solo siente que sus facultades específicas están realmente operativas cuando estas se ejercitan en ausencia de toda necesidad exterior, cuando no constituyen un mero instrumento para objetivos propias de la generalidad animal y no de la especie.
La razón, el lenguaje y la doble modalidad de la techne (la que aspira a construir y la que aspira a simbolizar) activadas... libremente, por el mero gozo de sentirse hombre: libertad para el espíritu de cada individuo indisociable de la libertad global de la sociedad o libertad de cada hombre frente a los demás hombres… El envite que se sigue como corolario de la antropología aristotélica se resume en el objetivo antes señalado, que habría de serlo para todos y cada uno de nosotros: en libertad pensar.
Víctor Gómez Pin, El legado de Aristóteles, Claves de razón práctica nº 245 Marzo/Abril 2016