Un equilibrista, visto por Toulouse Lautrec. Getty |
Imaginemos una escultura extraída de un bloque de mármol después de meses de trabajo e inspiración. Imaginemos ahora un experimento mental. Consiste en aplicar un petardo (me disculpo de antemano por ello) que convierte la obra de arte en un montón de escombros. Un segundo petardo transforma entonces tales escombros en otros más pequeños, pero aún reconocibles. El tercer petardo pulveriza los restos en fragmentos indistinguibles…, y así, petardo tras petardo, se obtiene un montón homogéneo de arena fina compuesto por partículas idénticas a simple vista. A partir de aquí el objeto ya no cambia por muchos petardos que le apliquemos: hemos llegado al equilibrio termodinámico, la muerte térmica, el estado final desde donde ya no se puede ir a ninguna otra parte. Fin. Ni el observador más optimista espera ver reaparecer la pieza original haciendo explosionar la arena. No es imposible, pero sí colosalmente improbable. Crear orden es pasar de un estado frecuente y ordinario (el bloque de mármol inicial) a otro altamente improbable y único (la obra de arte), y para ello hace falta talento, tiempo y esfuerzo. Destruir, en cambio, es pasar de un estado único y sublime a cualquier otro estado vulgar y frecuente, y para ello apenas hace falta nada. De aquí surge una de las preguntas clave de la perplejidad humana: ¿cómo empezó todo? Ahí va una pista: una carga eléctrica nula equivale a dos cargas iguales de signo contrario, de modo que si una de ellas huye al infinito, entonces la otra se convierte en un algo que procede de la nada: un algo en desequilibrio que procede de una nada en equilibrio. Hablemos de equilibrio.
1. Un objeto cuyo interior no se puede influir desde su exterior y cuyo exterior no se puede influir desde su interior acaba siempre en equilibrio.
2. El equilibrio es un estado en el que ya ha ocurrido todo lo que podía ocurrir.
3. El especialista apuesta por la eficiencia, y para ello se instala cerca del equilibrio, una situación de bajo consumo, pero de alto riesgo. (El osito koala).
4. El generalista apuesta por la eficacia, y para ello se mantiene lejos del equilibrio, una situación de bajo riesgo, pero de alto consumo. (Las ratas).
5. En el equilibrio no se distingue una posición de otra ni un instante de otro.
6. Nada fluye en el equilibrio, ni siquiera el tiempo.
7.La historia es una sucesión de estados de no equilibrio, por eso, aunque se repite con frecuencia, es un proceso irreversible.
8. Vivir envejece.
9. Seguir vivo es huir del equilibrio cuesta arriba sin dejar de resbalar cuesta abajo.
10. El equilibrio es la muerte e hibernar es dormir en sus inmediaciones con la esperanza de aplazar el tiempo.
11. El equilibrio es al no equilibrio lo que una sardina en aceite es a una sardina en el océano.
12. En la vecindad de una estabilidad, las fluctuaciones son anónimas: cualquier intento de fuga del equilibrio está condenado a regresar a él.
13. En la vecindad de una inestabilidad, la fluctuación más modesta puede erigirse en protagonista del futuro.
14. La realidad pudo empezar muy bien como una fluctuación de la nada.
15. Empezar a crear es desequilibrar.
16. Crear es huir del equilibrio, y huir del equilibrio es bastante más difícil si uno va vestido de uniforme.
17. Si la mente no consigue desequilibrarse para crear, entonces se desequilibra por no crear.
18. Equilibrista: maestro en burlar la inestabilidad.
19. Mago: maestro en burlar la improbabilidad.
20. Una creencia es conocimiento conservado en el seno de un sistema aislado en equilibrio.
21. Armonía es repetir en el espacio, una sospecha de belleza.
22. Ritmo es repetir en el tiempo, una sospecha de inteligibilidad.
23. Una sobredosis de ritmo empuja la mente hacia un equilibrio, como el uno-dos de la instrucción militar, como el vaivén del péndulo del hipnotizador, como el murmullo de una plegaria…
Jorge Wagensberg, El equilibrio en aforismos, Babelia. El País 25/04/2016