Roland Barthes |
Según Barthes, la verdad de la fotografía consiste en que su destino implica estar unida al referente, es decir, al objeto real de referencia, en que ella es la emanación del referente. La distingue el amor y la fidelidad a él. La fotografía no es el espacio de la ficción o manipulación, sino un espacio de la verdad. Barthes habla de la «obstinación del referente» (Ibíd., p. 143). La cámara lúcida gira en torno a una fotografía invisible de su madre en el jardín de invierno. La madre es el referente por antonomasia, al que va dirigida su tristeza y el trabajo de la tristeza. La madre es la protectora de la verdad.
Barthes, sin duda, tiene ante sus ojos el cuadro de René Magritte Ceci n’est pas une pipecuando escribe: «Por naturaleza, la fotografía […] tiene algo de tautológico: […] una pipa es siempre una pipa» (Ibíd., p. 142). ¿Por qué pretende él, tan enfáticamente, la verdad para la fotografía? ¿Presiente el tiempo venidero de lo digital, en el que se produce la desvinculación definitiva de la representación respecto de lo real? (Crisis de la representación, 41)
La fotografía digital cuestiona radicalmente la verdad de la fotografía. Pone fin definitivamente al tiempo de la representación. Marca el final de lo real. En ella no está contenida ninguna indicación del referente real. Así, la fotografía digital se acerca de nuevo a la pintura: Ceci n’est pas un pipe (esto no es una pipa). Como hiperfotografía presenta una hiperrealidad que ha de ser más real que la realidad. Lo real solo se da en ella a manera de cita y fragmento. Las citas de lo real son referidas las unas a las otras y se mezclan con lo imaginario. De este modo, la hiperfotografía abre un espacio autorreferencial, hiperreal, que está desacoplado por completo del referente. La hiperrealidad no representa nada, más bien presenta. (Crisis de la representación, 41)
El medio digital es un medio de presencia. Su temporalidad es el presente inmediato. La comunicación digital se distingue por el hecho de que las informaciones se producen, envían y reciben sin mediación de los intermediarios. No son dirigidas y filtradas por mediadores. La instancia intermedia que interviene es eliminada siempre. La mediación y la representación se interpretan como intransigencia e ineficiencia, como congestión del tiempo y de la información. (Sin mediación, 15)
Medios como blogs, Twitter o Facebook liquidan la mediación de la comunicación, la desmediatizan. La actual sociedad de la opinión y la información descansa en esta comunicación desmediatizada. Cada uno produce y envía información. Esta desmediatización de la comunicación hace que los periodistas, estos representantes en tiempos elitistas, estos hacedores de opinión —es más, sacerdotes de la opinión—, parezcan superfluos y anacrónicos. Este medio digital liquida toda clase sacerdotal. La desmediatización general pone fin a la época de la representación. Hoy cada uno quiere estar presente él mismo, y presentar su opinión sin ningún intermediario. La representación cede el paso a la presencia, o a la copresentación. (Sin mediación, 15)
Con frecuencia, la representación funciona como un filtro, que produce un efecto muy positivo. Actúa seleccionando y hace posible la exclusiva. Por ejemplo, las editoriales, con un programa exigente, llevan a cabo la formación cultural, intelectual. Y los periodistas incluso ponen en peligro su vida para escribir reportajes cualificados. En cambio, la desmediatización conduce, en muchos ámbitos, a una masificación. El lenguaje y la cultura se vuelven superficiales, se hacen vulgares. (Sin mediación, 16)