Si el libre albedrío no es más que una ilusión que genera nuestro cerebro del mismo modo que genera la ilusión de las tres dimensiones en el cine, se nos presentan algunos inconvenientes. Por ejemplo, en el campo de la reponsabilidad legal de nuestros actos. ¿Habría que exculpar a cualquiera que cometa un delito porque
seguía órdenes de su cerebro?
Es lo que plantea el psicólogo
Michel Gazzaniga de la universidad de California, en su libro
El cerebro ético (Paidós, 2006): "El acusado cometió aquel crimen terrible libremente y por elección o fue algo inevitable a causa de la naturaleza de su cerebro y sus experiencias pasadas? (...) Los miembros de la tribuna del jurado no suelen plantearse esta cuestión. Aún así, yo sostengo que hasta los jurados más estrictos acabarán cediendo, porque algún día este asunto dominará todo el sistema judicial".
Prueba de la importancia creciente que tendrá la neurociencia en el sistema judicial es que la Fundación MacArthur, una institución privada estadounidense con una larga tradición en el apoyo de diferentes causas, invirtió 10 millones de euros en 2007 para estudiar "cómo los tribunales deberían tener en cuenta las nuevas técnicas de registro de la actividad cerebral" y dirimir si existen diferentes niveles de responsabilidad individual.
José Andrés Rodríguez,
¿Piensan las neuronas por nosotros?, Redes nº 23, p. 10