El Roto |
La «tierra» del labrador heideggeriano está diametralmente opuesta a lo digital. En ella toma cuerpo lo «esencialmente inescrutable», y lo que «por esencia se cierra» (Arte y poesía, México, Fondo de Cultura Económica, 1958, p. 77). En cambio, lo digital engendra una coacción a la transparencia. La «tierra» se sustrae a toda transparencia. Su estar encerrada en sí es en principio extraño a la información. Esta es algo que por esencia está dada en público o tiene que darse abiertamente. El imperativo de la sociedad de la transparencia es: todo tiene que estar ahí abierto como información, de manera accesible a cualquiera. La transparencia es la esencia de la información. Es la manera de proceder del medio digital.
La «verdad» de Heidegger ama esconderse. No está simplemente dada como una cosa ahí yacente. Ante todo, hay que «arrancarla» a la «ocultación». La negatividad de la «ocultación» mora en la verdad como su «corazón» («La tarea del pensar», en Tiempo y Ser, Madrid, Tecnos, 1999). Pertenece en esencia a ella. Como «desocultación», está rodeada por lo oculto, lo mismo que el claro del bosque está rodeado por la selva oscura. En cambio, a la información le falta el espacio interior, la interioridad que le permitiría retirarse u ocultarse. Como diría Heidegger, en ella no late ningún corazón. La información se caracteriza por una pura positividad, por una pura exterioridad.
La información es acumulativa y aditiva, mientras que la verdad es exclusiva y selectiva. En contraposición a la información, no se amontona. En efecto, no la encontramos con frecuencia. No hay ninguna masa de verdad. En cambio, hay masa de información. Sin negatividad se llega a una masificación de lo positivo. La información, en virtud de su positividad, se distingue también del saber. El saber no está patente ante nosotros sin más. No lo hallamos de antemano, a diferencia de la información. Al saber lo precede con frecuencia una larga experiencia. Su temporalidad es completamente distinta de la que corresponde a la información, que es breve y tiene muy corta duración. La información es explícita, mientras que el saber adopta a menudo una forma implícita. (Del labrador al cazador, 28)
Lo mismo que la piedra y el muro, el misterio pertenece al orden terrenal. No se compagina con la producción acelerada y la difusión de información. Es la figura contraria a la comunicación. La topología de lo digital consta de espacios planos, lisos y abiertos. El secreto, en cambio, prefiere espacios que, con sus fisuras, mazmorras, escondites, profundidades y umbrales dificultan la difusión de información. (Fantasmas digitales, 37)
Byung-Chul Han, En el enjambre, Herder, Barna 2014