a) Que las cosas no son lo que parecen, porque a la verdadera realidad le gusta ocultarse bajo el llamativo ropaje de su apariencia sensible. Traspasar esa barrera con las luces de la razón (relacionando unas cosas con otras, estableciendo comparaciones, descubriendo similitudes y diferencias) es el propósito original y todavía hoy el sentido fundante de la filosofía.
b) Que, en base a lo que humanamente conocemos, son muy pocas las verdades de las que podemos estar por completo seguros. Y de las que menos, de aquellas que por más seguras se nos presentan: los dogmas de fe.
c) Que, siendo muy respetable el sentimiento religioso es, no obstante, ridículo apelar a libros sagrados o a realidades sobrenaturales para explicar fenómenos cuya razón de ser encontramos en las leyes naturales. Uno no puede coherentemente salir de la clase de biología convencido de las leyes darwinistas y acto seguido, en clase de religión, abrazar el creacionismo. Y a esa insensatez da pie la nueva ley de educación en la ESO y el Bachillerato.
d) Que cada uno es muy libre, sin embargo, de creer en dioses y diosas, o en teteras voladoras orbitando sobre Marte, o en unicornios rosas invisibles o en el irresistible monstruo del spaguetti volador, pero admitiendo siempre que ninguna de estas creencias garantiza por sí misma la existencia real de tales entidades (por muchas manifestaciones o procesiones que organicemos en su honor).
e) Que, por otro lado, creer en Dios o visitar el templo no es condición necesaria ni suficiente para ser buena persona, simplemente es irrelevante. La hipótesis de Dios es innecesaria para fundamentar una moral compatible con la dignidad y racionalidad humana.
f) Que, sin embargo, pretender infundir creencias religiosas en los niños desde el bautizo mismo, cuando su mente aún dista de estar preparada para discernir sobre ellas y formarse una opinión propia, debe considerarse un abuso intelectual en toda regla, máxime si, para fijarlas de manera indeleble, se recurre a la perversa amenaza del infierno.
g) Que prioritariamente debería otorgarse a los adolescentes el derecho a recibir sin excepción una formación moral basada en la ética racional universal, sin enfrentarla de modo excluyente a cualquier moralidad religiosa particular. La disyuntiva entre Religión y Valores Éticos que la LOMCE contempla es, simplemente, aberrante.
h) Que, asumiendo que los errores forman parte consustancial de nuestra experiencia y que no todo lo podemos conocer, a la hora de decidir lo que hacemos en y con nuestra vida, no es lo mismo recurrir a conocimientos probados que a supersticiones o creencias infundadas. Lo sabemos muy bien cuando caemos enfermos, pero tendemos a olvidarlo cuando recuperamos la normalidad y volvemos a la existencia ordinaria.
i) Que si buceamos en la intimidad de nuestra conciencia conoceremos mejor que mirándonos sólo por fuera lo que somos, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que hacemos y el porqué de todo ello. En lugar de, como acostumbramos, perder el tiempo con tanta exteriorización superficial y vacua.
j) Que el amor por la verdad, principal desvelo del filósofo, es, no obstante, asunto que apenas importa a la gente; que por lo general no detesta ser engañada, sino tan sólo perjudicada en su interés pecuniario.
k) Que, convertida la verdad en asunto de negocio, han aflorado impúdicos mercaderes que trafican con ella ocultándola, mutilándola o adulterándola, transformando en muchos casos el ejercicio del periodismo y la obligación de informar en una manipulación vergonzosa al servicio de intereses inconfesables.
l) Que es inevitable a cada momento tener que elegir, y que, a diferencia de lo que ocurre con el resto de animales, lo específicamente humano consiste en hacerlo superando tanto el inicial arrebato impulsivo como la abominable inercia de una masa urgida por las modas o las costumbres, procurando en su lugar tomar decisiones personales y razonadas.
m) Que para evitar una existencia ramplona y superficial resulta imprescindible distinguir lo que de veras importa de lo superfluo; las verdaderas necesidades de aquellas otras falsas e impuestas, cuando a tantos interesa promover (para luego vender) lo inesencial desde la publicidad y el engaño.
n) Que para vivir bien no se necesitan tantas cosas como te han hecho creer, porque una vez se tienen las necesidades básicas cubiertas, cualquier apetencia material que no constituya una excepción o merecido capricho te distraerá y envolverá, y no servirá para aumentar tu felicidad, sino para irte apartando de ella. Así que cada vez somos más incapaces de liberarnos de toda una recua de usos sociales que constituyen horteradas mayúsculas y zarandajas esclavizantes.
ñ) Que la organización política de la sociedad es, hoy más que nunca, rehén del poder económico (curiosamente sustraído al control democrático) y, bajo la forma institucionalizada de los bancos y corporaciones internacionales, responsable máximo de la quiebra económica, ecológica y moral.
o) Que defender la necesidad de un mundo más justo al calor del hogar, en la beatitud de la catequesis o en la amenidad del café, a la par que apoyar luego opciones políticas que gobiernan en complicidad con el más crudo y salvaje capitalismo es, como poco, expresión de una contradicción ingenua, si no de una insultante hipocresía.
p) Que una educación pública y de calidad para todos los niños y niñas es imprescindible si se trata de garantizar el principio de igualdad de oportunidades, primer fundamento de una sociedad justa. A no ser que lo justo sea que las ya de por sí inevitables diferencias de cuna deban perpetuarse con la connivencia de un sistema educativo que, en lugar de nivelar, otorgue todavía más ventajas a los que, sin mérito alguno, ya tuvieron la suerte de nacer en casa rica.
q) Que, por tanto, detrás de la tan reclamada libertad de educación, en el fondo no se esconde sino la intención típicamente clasista de preservar ventajosas desigualdades sociales.
r) Que, de cara al futuro, no conviene olvidar que lo que prehistórica e históricamente ha hecho posible la supervivencia de la especie ha sido la actitud de cooperación, antes que la de competitividad, explotación o dominio. Hay problemas importantes que no se pueden resolver individualmente, por muy buen expediente que se tenga, sino mediante la acción colectiva meditada y planificada.
s) Que, finalmente, con proporciones tan elevadas de gente ignorante, alejadas del pensar y el conocer por decisión propia, o inducidas o abducidas por otros, que desde su responsabilidad política deberían promover justamente lo contrario, la democracia agoniza peligrosamente, y con ella las libertades y derechos sociales y económicos fundamentales cuya conquista tantos esfuerzos costara y que con tanta ligereza estamos consintiendo perder.
Así pues, el sentido de la filosofía en las aulas no puede ser otro, dicho brevemente, que propugnar el amor al conocimiento y pretender la justicia y felicidad de todos los seres humanos. En cambio, ¿qué pretenden y propugnan quienes, con leyes como la LOMCE, arrinconan a la Filosofía y la convierten en una asignatura cada vez más insustancial?
Luis Calero, Si me preguntas para qué sirve hoy la filosofía ..., Mundiario 21/09/2015