Los instrumentos ortodoxos, que considerábamos familiares y que pensábamos que estaban ahí para combatir los problemas y las ansiedades que nos atenazaban, ya no existen, o más bien, ya no creemos que puedan cumplir su promesa. En una sociedad en la que cada vez menos personas recuerdan de primera mano lo que significaba vivir bajo los encantos de un régimen totalitario o dictatorial, el “hombre fuerte” (que todavía no hemos experimentado) no supone un veneno, sino un antídoto: por su supuesta capacidad para saber hacer las cosas, por las soluciones rápidas e instantáneas y por los efectos inmediatos de las cosas que promete llevar a cabo en su nombre.
Para aquellos a los que les ha fallado la civilización, los bárbaros son los salvadores. En algunos casos, esto es lo que ellos mismos se esfuerzan en hacer creer para convencer a los crédulos de que así es. En otros casos, eso es precisamente lo que desean fervientemente creer aquellos que han sido abandonados y olvidados durante el reparto de los grandes dones de la civilización. (Zygmunt Bauman).
[ctxt.es]