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Para que los hombres primitivos o nuestros antecesores simio-humanos hayan llegado a ser sociables, es necesario que hayan adquirido los mismos sentimientos instintivos que impulsan a los demás animales a vivir en comunidad, y es probable hayan manifestado la misma disposición general. Habrán experimentado inquietud al ser separados de sus compañeros a quienes tuviesen afecto; deben haber advertido el peligro y ayudándose recíprocamente en casos de ataque o de defensa. Todo esto implica cierto grado de simpatía, de fidelidad y de valor. Cualidades sociales de tal naturaleza, cuya importancia para los animales inferiores no puede negar nadie, han de haber sido adquiridas por los antecesores del hombre de la misma manera, es decir, por selección natural, unida al hábito hereditario. Cuando dos tribus de hombres primitivos, habitantes del mismo país, han entrado en competencia, si una de ellas (siendo iguales por ambas las demás circunstancias) contenía un número mayor de individuos valerosos, dispuestos siempre a advertirse el peligro, a ayudarse y a defenderse, no es dudoso que esta tribu ha debido obtener la victoria y vencer a la otra. Conviene no olvidar la gran importancia que la fidelidad y el valor deben tener en las guerras a que continuamente se entregan los salvajes. La superioridad que las tropas subordinadas tienen sobre las hordas, que no lo están, resulta principalmente de la confianza que cada individuo tiene en sus camaradas. La obediencia, como prueba Bagehot, tiene el más alto valor, ya que una forma cualquiera de gobierno es preferible a la anarquía. Los pueblos egoístas y levantiscos están desprovistos de esta coherencia, sin la cual nada es posible. Una tribu que poseyese en grado superior las cualidades presentadas, se extendería y triunfaría sobre las demás; pero, a juzgar por la historia del pasado, también a su vez sería vencida por otra tribu aún mejor dotada que ella. De este modo las cualidades morales y sociales tienden siempre a progresar lentamente y difundirse por el mundo.
Pero se preguntará. ¿Cómo ha habido, en un principio, dotados de estas cualidades sociales y morales tantos individuos en los límites de una misma tribu? ¿De qué modo se ha elevado el nivel de perfección? Es muy dudoso que los descendientes de padres más bondadosos o más fieles a sus compañeros hayan sido producidos en mayor número que los de los individuos egoístas y pérfidos de la tribu. El individuo que prefiere sacrificar su vida antes que hacer traición a los suyos, no deja tal vez hijos para heredar su noble naturaleza. Los hombres más valientes, que luchan siempre en la vanguardia y exponen su vida por sus semejantes, es más probable que sucumban por lo regular en mayor número que los demás. Apenas parece posible, por lo tanto (admitiendo que sólo nos ocupamos de una tribu victoriosa sobre otra), que el número de hombres dotados de estas virtudes o el grado de perfección hayan podido aumentar por selección natural, o sea por sobrevivir el más apto.
Charles Darwin,
El origen del hombre, capítulo V