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Los rasgos esenciales de nuestra relacionalidad y las obligaciones éticas vinculadas a los mismos no se nos revelan como perfiles estadísticos medios. Se manifiestan allí donde no existen parámetros, es decir, en aquellas circunstancias donde estas condiciones o potencialidades faltan o fallan. En el extremo más ilustrativo de esta vulnerabilidad se encuentra el problema que plantean las grandes dependencias, en la medida en que no responden ni al ideal de autonomía ni al paradigma de la reciprocidad. Frente a esta situación humana en la que la vida de un ser está radicalmente en manos de otros, los supuestos de racionalidad y autonomía que presiden buena parte de nuestra tradición política simplemente muestran su insuficiencia de partida. Tanto el modelo contractualista que intenta dar cuenta de los motivos y modalidades de asociación humana como el paradigma del homo economicus autónomo e independiente o incluso la dualidad privado/publico son incapaces de afrontarlo y quedan por eso mismo severamente puestos en cuestión. Se exige una revisión profunda a la luz de algo similar a lo que Hume denominó las "circunstancias de la justicia", con el añadido irónico de que si para el pensador inglés el análisis de tales circunstancias está reñido con cualquier concepción universal de la justicia, aquí estas circunstancias específicas precisamente reclaman una universalización.
Alicia García Ruiz, Impedir que el mundo se deshaga, Los libros de la catarata, Madrid 2016