Herodoto, en sus "Historias", condenaba la democracia y sus palabras retumban hasta hoy: "cuando nos insta a poner el poder supremo en manos del pueblo, se aleja del buen camino. Nada más tonto e insolente que una multitud imprudente. Buscando evitar la insolencia de un tirano, se cae bajo la tiranía del pueblo sin frenos. ¿Habrá cosa más insoportable?
Cuando el soberano toma una medida, sabe porque lo hace; el pueblo, por el contrario, no utiliza la inteligencia o la razón". Y concluía con modestia: "En cuanto a nosotros, elijamos hombres virtuosos y pongamos el poder en sus manos. Creo que podemos incluirnos a nosotros mismos en ese grupo y, de acuerdo con la lógica, los hombres sensatos e ilustrados sólo pueden dar buenos consejos".
¿Tonterías? No tanto. James Buchanan, Premio Nobel de Economía, explicó en una reunión de la Sociedad del Monte Peregrino, el Olimpo de nuestros neoliberales, que "
el mantenimiento de una sociedad libre puede depender de que ciertas decisiones se excluyan del voto de la mayoría", y el gobernador del Banco de Alemania, Hans Tietmeyer, ha asegurado que prefiere el "plebiscito de los mercados" al de las urnas.
Fancisco Louça,
El pensamiento mágico, sin permiso 12/04/2017
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