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Considérense la blasfemia religiosa y la pornografía. Ambas son condenadas por los autoritarios, pero toleradas por los liberales. Es indudable que ambas ofenden a ciertos grupos, pero ni una ni otra dañan a nadie, a diferencia de la literatura del odio, que incita a la persecución y hasta el exterminio de grupos étnicos, políticos o culturales. En contraste, si bien hay pruebas empíricas de que la crítica religiosa promueve la tolerancia religiosa, no hay ninguna que demuestre que la pornografía es una fuente de violencia contra las mujeres. Como se supone que la ley protege contra el daño y no contra la ofensa, la literatura del odio debería prohibirse, mientras que habría que tolerar la blasfemia religiosa y la pornografía. Además, deben resistirse todos los intentos de censurarlas, porque lo que los fanáticos consideran como ataques infames contra la religión tal vez sólo sean críticas racionales; y lo que toman por pornografía es posible que sea arte o materiales que discuten la sexualidad o el control de la natalidad. En resumen, la regla debería ser: declaren fuera de la ley (ilegal) lo que amenaza o daña, no lo que ofende; dejen la ofensa al debate racional.
Mario Bunge,
No hay un código universalmente aceptado ..., La nota sociológica 17/05/2017
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