Una de las críticas más comunes al capitalismo es la idea de que destruye los viejos vínculos, las antiguas alianzas, las estructuras jerárquicas de comunidades y valores: acaba con la particularidad. Fomenta el individualismo y el desarraigo, y quiebra las lealtades. Esta idea, que va variando y renovándose con el tiempo, serpentea a lo largo del libro. Si
Voltaire había insistido en la tolerancia que aportaba el mercado, y
Smith había propuesto una visión cosmopolita y pacífica donde el libre comercio enriquecería a los países, el jurista
Justus Möser (1720-1794), autor de
Patriotische Phantasien, sería uno de los primeros en formular esta crítica. Muller lo presenta como uno de los más tempranos críticos de la globalización. Le gustaba que distintos pueblos tuvieran leyes distintas (y se oponía a los intentos de centralización burocrática), era partidario de una idea medieval de la producción no privada ni pública, sino vinculada al poder del señor del territorio, que podía restringir el movimiento de los siervos que allí vivían. Su concepto de la propiedad incluía el poder y la responsabilidad y debía frenar los procesos legales y económicos que privatizaban la propiedad y la hacían independiente del poder político. En el memorablemente titulado “Sobre la decreciente deshonra de las putas y sus hijos en nuestra época”, defendía la exclusión de las prostitutas para proteger al matrimonio: era prudente que el Estado creara incentivos para el matrimonio y contra la soltería y el sexo ilícito. La igualdad legal de los hijos naturales contravenía esta tendencia. La abolición de la servidumbre causaba problemas económicos y demográficos.
Möser criticaba a los vendedores ambulantes, que solían ser judíos, y vendían productos de fuera a las amas de casa. El mercado destruía la cultura local, amenazaba a los trabajadores de la región y creaba nuevas necesidades.
Daniel Gascón, La mente y el mercado, Letras Libres 19/05/2017
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