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Suelo utilizar poco la palabra capitalismo. Me da pereza. Es como utilizar la palabra atmósfera, o la palabra palabra. Es algo que lo envuelve todo, de manera que es inútil e inconcreto aludir a ello. Pero cada vez me cuesta más no utilizarla. El capitalismo es explotación. Una explotación gigantesca. Es tan grande que todos participamos en ella. Lo que orienta a su carácter invisible y descomunal. No lo ves. Ni siquiera escuchas su voz. Pero te habla todo el día. Si no lo atiendes, delega en otras personas, que te vuelven a explicar las reglas del juego. Son unas reglas crueles. Carecen de piedad. Si sigues sin atender, te las explican en tu propia casa. Te las dicen, incluso, personas que deberían acariciarte y decirte no vayas, quédate, vivir sucede en otro sitio distinto al que estás obligado a ir. En ocasiones, incluso, las reglas crueles te las llegas a decir tú a ti mismo. El capitalismo no es, en fin, la explotación de una persona por otra persona. Eso sucede, en fin, desde muchos siglos antes del capitalismo. Es algo mayor e inapelable, que impide que vayas al médico o que te comas una boca cuando lo necesitas. Es -no hay brutalidad mayor- la explotación de uno mismo por uno mismo.
Guillem Martínez,
Sobre el capitalismo, ctxt. es 21/05/2017
[ctxt.es]