Aunque suene muy complejo y técnico, un algoritmo es una secuencia de instrucciones. De hecho, uno aplica algoritmos a su vida cotidiana sin saber que lo está haciendo: cocinar, lavarse los dientes, ir a trabajar. En internet, los algoritmos se alimentan de la información que los internautas generan durante la navegación: hora de conexión, nombre, edad, intereses, preferencias. Estos datos quedan en la red, como huellas, pistas, indicios que muestran parte de la personalidad del navegante. Así, se producen grandes masas de datos que, analizadas mediante sistemas algorítmicos, arrojan determinados resultados.
El problema es que los algoritmos pueden procesar datos aun sin saber qué están analizando. Y lo que están analizando, generalmente, son personas. Por ello hay quienes creen que son brutos, imparciales y erróneos: es complejo analizar identidades humanas desde cálculos lógicos y matemáticos.
Cecilia Toledo, Los algoritmos construyen realidades, Letras Libres 18/05/2017
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