En su famosa conferencia
La ciencia como vocación, pronunciada en Munich en 1917,
Max Weber describía el progreso científico moderno como “racionalización intelectualista mediante la ciencia y la tecnología basada en ella”. (…) La vida moderna se ha convertido en una realidad mucho más compleja que en tiempos del Renacimiento, resultando ahora casi totalmente inabarcable y opaca. Sin embargo, suponemos que es racional, que los fundamentos de nuestro orden social están respaldados por métodos científicos que cada uno de nosotros podría, en principio, aprender y entender. (…) Tenemos la impresión de que la sociedad en su conjunto está en manos de expertos: expertos en gestión, expertos científicos o expertos legales. Es exactamente a esa hipótesis básicamente ilusoria o ideológica a lo que
Weber llamó el “desencantamiento del mundo”: La intelectualización y racionalización crecientes
no significan, pues, un creciente conocimiento general de las condiciones generales de nuestra vida. Su significado es muy distinto; significan que se sabe o se cree que en cualquier momento en que
se quisiera se
podría comprobar que no existen sobre nuestra vida poderes ocultos o imprevisibles, sino que, por el contrario, todo puede ser
dominado mediante el cálculo y la previsión. Pero esto significa el desencantamiento del mundo. (
Max Weber,
“La ciencia como vocación”, El político y el científico, Madrid, Alianza 2005) (150-151)El desencanto tiene lugar en la medida en que atribuimos al orden social una racionalidad subyacente, independientemente de que esta exista o no. (…) En última instancia considera un error la autodescripción de los ciudadanos de las sociedades modernas. (152) 15.0 Normal 0 21 false false false ES-TRAD X-NONE X-NONE /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-priority:99; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin-top:0cm; mso-para-margin-right:0cm; mso-para-margin-bottom:10.0pt; mso-para-margin-left:0cm; line-height:115%; mso-pagination:widow-orphan; font-size:11.0pt; font-family:Calibri; mso-ascii-font-family:Calibri; mso-ascii-theme-font:minor-latin; mso-hansi-font-family:Calibri; mso-hansi-theme-font:minor-latin; mso-fareast-language:EN-US;}
El desencanto se basa en un proceso que no percibimos cuando “creemos” simplemente en la racionalidad. (152)
Markus Gabriel,
Por qué el mundo no existe, Ediciones Pasado y presente, Barcelona, cuarta edición julio 2016