Genie tan solo podía ver el cielo y una parte de la casa de los vecinos a través de una pequeña ventana. La casa entera estaba blindada con chapas de metal y la luz era escasa. Su propio padre la alimentaba y tenía prohibido emitir cualquier tipo de sonido. Si lo hacía, era golpeada brutalmente como castigo. Para dormir, la acostaba metida en una jaula de alambre. Su madre y su hermano también tenían prohibido salir de la casa pero estaban igualmente anulados y aterrados por aquella bestia humana que se paseaba por la casa con la pistola en la mano para intimidarles. Esta fue la vida de Genie durante once años aproximadamente. Una vida de privación sensorial y aislamiento social.
Pablo Herreros,
Genie, la niña salvaje atada a una silla 11 años, Yo, mono 08/07/2017
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