Explicarlo todo está en nuestra naturaleza. En términos evolutivos, debió de sernos muy útil conectar causas y consecuencias rápidamente. Si después de comer unas bayas anaranjadas tuviste vómitos, mejor creer que no fue la casualidad. Y, si el ruido en la maleza suena como un león, mejor correr. Nuestro cerebro toma muchos atajos así. Sufrimos también de
patternicity, encontramos patrones. Nos pasa mirando ruido: si enseñas a una persona una serie de números aleatorios y le dices que son las ventas anuales de refrescos, encontrará motivos para explicar cada altibajo.
Además, nos embalamos. Cuando tenemos una teoría favorita, por todas partes encontramos nuevas piezas. Es lo que se conoce como sesgo de confirmación: aceptamos mejor la información que confirma nuestros prejuicios (y olvidamos rápido la que los contradice).
Kiko Llaneras,
Por qué creemos en conspiraciones, jot down-smart septiembre 2017 número 24