Las palabras forman el alma del diálogo, designan la realidad, construyen la convivencia. Si nos fallan las palabras, todo se derrumba. Las palabras son el acuerdo mínimo a partir del cual se construyen los demás.
Hoy más que nunca debemos recordar la respuesta que dio el maestro Confucio (siglo VI a. de C.) cuando le preguntaron qué medidas habrían de tomarse para ordenar el Estado: “Lo primero que hace falta es la rectificación de los nombres. Si los nombres no son correctos, las palabras no se ajustarán a lo que representan y, si las palabras no se ajustan a lo que representan, las tareas no se llevarán a cabo, y el pueblo no sabrá cómo obrar”.
Álex Grijelmo,
Respeten las palabras, El País 24/09/2017
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