Se objetará que el independentismo no tiene el monopolio de las emociones. Es cierto: todos estamos sometidos a su influencia. Y quien responda al nacionalismo catalán en nombre del nacionalismo español estará tomando el camino equivocado. Ya que no se trata de defender la identidad española, sino el Estado democrático: al ciudadano, no al pueblo. Si tenemos leyes, es para que no nos gobiernen las pasiones; si democracias, para resolver nuestras diferencias ordenadamente. En el bien entendido de que un argumento falaz no se convierte en verdadero porque lo crea una multitud. O así, al menos, debería ser.
Manuel Arias Maldonado,
Abismos de pasión, el mundo.es 30/09/2017
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