Rawls parte de la idea de que todo individuo tiene propensión natural al individualismo, a la competencia abierta con los demás, por ser más que los otros. Y que impedir esto es atentar contra la libertad y frenar los bienes sin cuento que este ímpetu competitivo por ser más que los otros nos reportaría a todos. Y que es injusto que las sociedades hagan igualación entre los ciudadanos –se refiere a los estados sociales, a sus moderadas universalizaciones públicas de derechos. Propugna un modelo de sociedad basado en la competencia individualista, donde, a los que fracasan o quedan pospuestos, por la razón que sea, nacimiento o incapacidad, se les garantice unos mínimos. Esos mínimos que él propugna que sea aceptado como contrato entre ciudadanos individuales debe aceptar –como liberal e individualista, su filosofía es contractualista, la sociedad como contrato originario entre individuos- es defendido alegando que nadie sabe de entrada cuál va a ser la suerte que él corra a lo largo de su vida, o la de sus familiares –el «velo de ignorancia» originario-.
Es una doctrina filosófica abstracta, que no debate sobre los problemas sociales reales y sobre las desigualdades sociales y sus orígenes. No tiene en cuenta las clases sociales, ni el capitalismo, ni las sociedades civiles históricas. Ni la realidad del capitalismo que genera constantemente desigualdad sino se lo embrida. Ni cómo se preservan o se imponen los derechos sociales, que solo pueden ser preservados o impuestos allí donde las clases subalternas se organizan e intervienen en la sociedad mediante la lucha de clases. Ese tipo de teoría no contempla en absoluto todo esto que no son sino realidades históricas, concretas, sociales.
Salvador López Arnal, entrevista a
Joaquín Miras Albarrán:
"Rawls tiene un papel de gran relieve en la lucha contra el pensamiento social de la izquierda", Rebelión 02/10/2017
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