(La ética de la responsabilidad) estriba en la prevención y en la relación entre prevención y derecho. Dicho de otro modo: cuando uno sabe que ciertas palabras pueden causar daños insuperables, ¿tiene o no la obligación de decirlo (y tenemos o no nosotros la obligación de escucharlo y evitar así que tales daños sucedan)? O dicho de nuevo de otro modo: ¿no es éste precisamente el principio que estamos aplicando en Europa, cuando para evitar daños generados por organismos genéticamente modificados, nos justificamos en la "precaución"? (38)
Unos reivindican la libertad de expresión, el derecho a decir lo que sea, la legitimidad de la profanación, incluso si ésta afecta a más de mil millones de creyentes; los otros se atrincheran en torno a una fe bendita, se rebelan contra la falta de respeto, ven en esto la confirmación de la amenaza que supone occidente para los sagrados valores religiosos de las poblaciones pobres y dominadas, y no dudan en reaccionar con violencia e incluso matar. (38-39)
Las explicaciones simplistas se limitan a sostener que estas caricaturas expresan de manera desvergonzada la "islamofóbia" impertinente de los occidentales, o bien, para el bando contrario, que no son más que una manifestación de la libertad de expresión de una sociedad democrática. (39)
Sin embargo, resulta fácil advertir que ambas versiones comparten un grave defecto: se sitúan en el plano de las intenciones, cuando lo que está en tela de juicio es el significante, es decir, el corazón y núcleo de lo que resulta afectado. Ese núcleo es lo sagrado, calificativo que en un caso se aplica a la libertad de expresión y en otro a la religión (...).
... la libertad de expresión es sagrada, sin duda. Es preciso defenderla. Pero ¿acaso significa el ejercicio deliberado de la irresponsabilidad? (39)
Sami Naïr, Libertad y sagrado: el caso de las viñetas, en Democracia y responsabilidad (Sami Naïr eds.), Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores, Barna 2008