El maquiavelismo de Obama era distinto, más cercano a la “claridad política” de la que
hablaba Merleau-Ponty que a los “ardides acumulados” que describía
Lefort. Nunca fue tan maquiavélico como en su discurso de aceptación
del premio Nobel de la Paz en Oslo, en 2009, al reconocer la ambigüedad moral en la que se colocaba todo gobernante democrático: la de repudiar la violencia y la guerra y, al mismo tiempo, saber que la permanencia de su Estado se fundamenta en la violencia y la guerra. Porque un príncipe, escribe
Maquiavelo, “con frecuencia se ve obligado a actuar contra su palabra, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión”. Y, dice en otro momento, para combatir debe usar las “leyes” y la “fuerza”, pero “como la primera muchas veces es insuficiente, debe recurrir a la segunda”.
Marc Bassets,
Trump es 'maquiavélico', pero Obama también lo era, El País 22/10/2017
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